

Para Edson Kumwamba, el trail running es algo más que una pasión. Es un lugar donde encuentra paz espiritual. Donde aprende a perdonar. Y donde el mundo se convierte en un lugar más pequeño y amigable.
Al atleta malauí Edson Kumwamba no le asustan los grandes retos. El ultracorredor ha superado un duro 2020 con grandes esperanzas para el futuro. Nos cuenta por qué siempre corre con una sonrisa en la cara, por muy dura que sea la carrera.
No, estaba feliz de quedarme en casa con mi madre. Ella pensaba que no me gustaba ir a jugar al fútbol porque quizás no tenía amigos. Quería encontrar algo que me divirtiera. Cuando tenía nueve años, me llevó a ver la Porters’ Race en el cercano monte Mulanje. El primer año solo estuve como espectador. Pero decidí que al año siguiente seguiría a los corredores. Y mi madre me dejó. Llegué a la meta como 8 o 9 horas después del resto de corredores. Al año siguiente hice lo mismo. Ella estaba muy contenta de que yo hubiera encontrado algo que me divertía tanto. En ese momento, no pensaba que podría correr a nivel internacional. Fue mi padre quien me metió esa idea en la cabeza durante los dos años siguientes.
Me inspiran las montañas. Pero me fui a la escuela a estudiar soldadura y fabricación durante tres años. Después de eso fui a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, a buscar trabajo. Encontré trabajo de jardinero, y un día mi jefe me preguntó si me gustaría salir a correr con él. Pensé que quería correr por carretera, pero cuando me propuso correr en la Montaña de la Mesa (Table Mountain) me hizo pensar en el Monte Mulanje. Así que fuimos. A él le impresionó mi manera de correr. Y me propuso inscribirme en algunas carreras de Sudáfrica. Eso me inspiró a comenzar en el mundo del running de competición.
Me encanta correr por senderos. Es una parte central de mi vida. Es como una adicción.
No duermo bien. Siento como que me falta algo.
Cuando me preparo para una carrera, no me preocupo por el resto de los participantes. Pero siempre pienso en la elevación y en los kilómetros de la ruta. Si se trata de una carrera de 60 km, cada día hago un tiempo diferente: tres horas un día, luego dos horas, luego cuatro horas. Depende de si la carrera tiene más subida o más terreno en llano. Si no me estoy preparando para una carrera, a lo mejor corro una hora y me vuelvo.
El 2020 ha sido muy, muy duro en lo que se refiere a eventos de running. En Malaui no nos confinaron. Pero no hubo ninguna carrera, Se podía salir a correr a la hora que se quisiera, pero faltaba el programa de competiciones. Estábamos corriendo sin objetivo. Sin prepararnos para nada. Eso fue duro. Tenía planeado un desafío para correr desde Londres (Reino Unido) hasta Kigali (Ruanda). Íbamos a correr durante 50 días, pasar por 24 países y recorrer 100 kilómetros al día. Iba a ser un bonito reto, y estaba muy preparado para ello. Pero obviamente esos planes se desvanecieron por culpa del Covid, al igual que el Marathon du Mont Blanc.
No, no me desmotivé porque seguía corriendo, para mí la competición no lo es todo. Ir a las montañas es un asunto espiritual. La soledad, los árboles, los pájaros, los animales y los días hermosos. Eso me inspira más que competir.
Quiero conseguir tres cosas. Primero, quiero ganar en Mont Blanc. Luego quiero correr una carrera de 150 km en un día. Y, por último, quiero correr los Ultra X World Championships en Eslovenia en junio de 2021.
Lo más importante que sacas de correr es cómo te despeja la mente. Pero también te ayuda a ser más espiritual. Aprendes a perdonar. Te ayuda a ser más fuerte, aprendes a calmarte cuando las cosas van mal y sabes como resolver los problemas. Y además te ayuda a mejorar la condición física, el ritmo cardíaco… ¡todo! Siempre te sientes renovado.
En mi madre, que en paz descanse. Cuando corro hacia la meta, veo a mi madre sonriendo como en mi primera carrera en el Monte Mulanje. Esa imagen es la que más me inspira. Por eso, cuando corro, aunque sea una carrera de 100 km, verás una sonrisa en mi cara. Esa sonrisa es el recuerdo de ver a mi madre en el monte Mulanje.
Siempre le digo a todo el mundo que corra. Solo tienes que levantarte del sofá y adentrarte en los senderos. Si lo haces y sales de casa, notarás una gran diferencia. Incluso si solo corres 20 o 30 minutos. Te aclara la mente. Consigues ser más tú mismo que nunca. Correr te cambia la vida, pero solo si te dejas llevar por el desafío. Sin desafío, no hay cambio. La mayoría de la gente busca cambiar sus mentes y sus cuerpos, y muchos aspectos de sus vidas. Correr puede ayudarte con eso. Pero tienes que dejarte llevar. Tienes que aceptar el desafío.
El mundo es cada vez más pequeño. Y cuando corres, se vuelve aún más pequeño. Consigues nuevas conexiones, con todas las personas nuevas que conoces. En el trail running, la naturaleza lo es todo, Todas las almas que conoces en los senderos son almas hermosas. Todos buscan algún tipo de paz. Son gente amigable que se convierten en familia. No hay una competición agresiva. Se trata de llegar a la línea de meta y decir: lo hemos conseguido. Los corredores de trail running te ayudarán si te caes. Te animarán si te enfrentas a una subida. Tengo amigos de casi todos los países, y es gracias al trail running.
Cuando empecé a correr de niño, lo hacía descalzo en la montaña. Cuando fui a Sudáfrica, conseguí por primera vez unas buenas zapatillas. Pero cuando volví a Malaui, me encontré con que todo el mundo seguía corriendo descalzo y subiendo la montaña de esa manera. Eran buenos corredores. Así que me pregunté si podría haber una manera de ayudar a estos clubes de corredores a conseguir zapatillas. On envió una gran donación de zapatillas y los corredores de aquí están muy, muy contentos con ellas. Siguen corriendo, aunque no haya carreras en Malaui, porque tienen estas estupendas zapatillas que hacen que mantengan su entusiasmo cada día. Cuando les invito a ir a correr por las mañanas, todos se apuntan con una sonrisa en la cara. Todos siguen entrenando. Es increíble.
Tú me has enseñado el mundo.
La belleza que hay a mi alrededor. La gloria de mi paisaje. Y la cercanía de los corredores de todos los rincones del planeta.
Cuando di los primeros pasos, no sabía que sería así.
No sabía que serías tan importante en mi vida.
Pero cuando vi a mi madre esperándome al final de mi primera carrera, supe que había encontrado mi refugio.
El lugar en el que puedo despejar mi mente.
Dejar que mis preocupaciones desaparezcan en el aire fresco de montaña.
Mi hogar espiritual. Mi santuario.
Me has desafiado y me has cambiado en maneras que nunca imaginé.
Aún nos queda mucho camino por recorrer.
Y espero con esperanza:
Las carreras que aún no he corrido, las medallas que aún no he ganado.
Pero, sobre todo, las experiencias que aún no he vivido.
Querido running:
Esta carrera te la dedico a tí.
Edson Kumwamba
#DedicatedToTheRun