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A George Beamish le van los obstáculos

El corredor neozelandés de media distancia del OAC George Beamish nos habla de sus aspiraciones y de aceptar la realidad antes de mostrar su mejor versión en París.

Texto de Sheridan Wilbur. Fotografía de Kevin Morris y Colin Wong.

Tras ganar la prueba de 1500 m en el Campeonato Mundial en Pista Cubierta de 2024, George Beamish no durmió en toda la noche. “Pero no porque me fuera de fiesta”, asegura. A medianoche, el “kiwi” volvió a su hotel en Glasgow, donde celebró su victoria con un par de cervezas junto al equipo neozelandés. Después, se echó una cabezada de cinco minutos, se duchó y salió para el aeropuerto. Beamish tenía cosas que hacer en Boulder (Colorado), donde vive y entrena con el On Athletics Club (OAC). 

El atleta toma decisiones arriesgadas dentro y fuera de la pista, y su trayectoria lo avala. A la tierna edad de 15 años, abandonó la granja familiar en Havelock North (Nueva Zelanda) para ir a un internado al otro lado de la isla. A los 19, cambió los exuberantes paisajes verdes por las tierras baldías de Arizona (Estados Unidos), donde estudió en la universidad con una beca de atletismo. Cuando cumplió 26, asumió el reto de empezar a competir en carreras de obstáculos. Hoy, con 27 años, Beamish tiene el coraje necesario para arriesgarse a fracasar. Porque nada está asegurado.

Hablo con él unas semanas después de su gran victoria en Escocia. Sorprendió a todo el mundo, incluido a él mismo, cuando se puso en cabeza en la calle tres y se llevó el oro con un tiempo de 3:36:54. Aunque, en realidad, no había razón para sorprenderse: su aceleración es tan potente y tan consistente, que sus compañeros y fans lo conocen como “Textbook George” (algo así como “George de manual”). Una vez que terminó la carrera, la pregunta a la que más veces tuvo que responder fue si su objetivo vital era hacerse con una medalla de oro. 

¿La respuesta? “Sinceramente, no”. 

Nunca pensé que iba a ganar un Campeonato Mundial, pero ha pasado. No está nada mal, pero no me ha cambiado la forma de ver la vida. No me hacía falta soñar con la posibilidad de ganar un mundial para levantarme de la cama cada mañana y ponerme a entrenar. No lo hago por eso. Mientras entreno, no estoy pensando de forma inconsciente que quiero ganar. Me dedico a disfrutar del proceso. Sé que puede sonar empalagoso, pero no necesito ganar una carrera concreta para sentir que mi año, o mi carrera, ha sido un éxito”. 

Conocer el desenlace de antemano supondría un peso difícil de llevar, y a Beamish parece no incomodarle la incertidumbre. Pero antes de hacer frente a su primera competición de 1500 m en dos años, trabajó sus niveles de confianza con la ayuda de un compañero del OAC, el estadounidense Yared Nuguse. “[Yared] acababa de correr esa distancia en 3:47 y yo podía entrenar a su lado en casi todo lo que él estaba haciendo entonces en la pista”.

“Estaba impaciente por salir a la pista”.

¿Qué más ayudó a Beamish a lograr esa victoria que lo consagró como corredor? Según él: llevar una vida bastante saludable. “Está claro que entrenar me ha ayudado a correr así de bien”. No hizo nada “fuera de lo común”, solo entrenar mucho en altura. Pero para Beamish, más distancia sí es algo fuera de lo común, ya que se ha pasado tropecientas horas haciendo entrenamiento cruzado. “En enero ya me encontraba a tope. Estaba impaciente por salir a la pista”. 

Abrió la temporada compitiendo en los 5000 m en la carrera John Terrier Classic de la Universidad de Boston. “Se te olvida lo estresante que es oír los gritos de la gente en el recinto interior de la pista durante veinticinco vueltas. Es imposible relajarse”. Sin embargo, parece que esa presión dio sus frutos. Con una marca de 13:04:33, Beamish batió un nuevo récord para Nueva Zelanda, recortó el mejor tiempo nacional al aire libre y consiguió la mínima olímpica, asegurándose una plaza para los Juegos de París. 

Dos semanas después, en la Millrose de Nueva York, corrió las 2 millas (3200 m) en 8:05:73. Los últimos 400 m, los recorrió en tan solo 55,2 segundos. Otro récord para Nueva Zelanda. “Estaba en muy buena forma antes de Glasgow”, asegura. 

Cuando llegó al Campeonato Mundial, Beamish fue a por todas, aunque muchos no daban un duro por él. “Había gente que creía que esta prueba no era para mí”, dice. Él prefirió verlo como “un lujo”. Además, tenía errores que enmendar. “La peor decisión que he tomado en mi carrera fue competir en los 5000 m en el Mundial de Eugene en vez de en los 1500 m”. 

Esta temporada en pista al aire libre, no va a competir en ninguna de esas dos categorías. La prueba de 3000 m con obstáculos es aún bastante nueva para Beamish, y ahí es donde está concentrando sus esfuerzos. Por asombroso que parezca, tenía la sensación de que la velocidad que exigen los 1500 m no le permitía aprovechar sus puntos fuertes, y lo mismo le ocurría con la distancia de los 5000 m. “Lo paso fatal cuando tengo que correr a altas temperaturas”, me cuenta al hablar sobre las competiciones estivales. 

Beamish es más dinámico y explosivo que la mayoría de los corredores de media distancia. “En el gimnasio, enseguida le pillo el truco a las cosas. Tengo las herramientas necesarias para saltar lo que sea —afirma—. La prueba de 3000 m con obstáculos encaja conmigo desde el punto de vista físico y anatómico”. Su entrenador, Dathan Ritzenhein, se gastó 250 $ en madera y tornillos para hacer una versión casera de las vallas. En el plazo de unos meses, Beamish batió el récord de Oceanía en esta prueba con un tiempo de 8:13:26 y terminó quinto en el Campeonato del Mundo de Atletismo de 2023. 

Pero no decidió cambiarse a los obstáculos para tener más probabilidades de entrar en los equipos más prestigiosos del mundo. Sencillamente, ha mejorado mucho a todos los niveles. En 2017, su mejor marca personal en los 3000 m era 8:10:06. Ahora, ha cubierto esa distancia casi en el mismo tiempo, pero saltando 28 vallas y siete fosos de agua. 

No hay duda de que tiene un talento natural. Pero también es flexible en su manera de encarar sus objetivos: una actitud muy valiosa en una prueba llena de obstáculos. Así, con esa flexibilidad, es cómo decidió a qué universidad ir. En 2017, de camino al Gran Cañón con su hermano, visitaron la Northern Arizona University (NAU). Cuando vio el campus, “le dio muy buen rollo” y “se enamoró” de Flagstaff. Bajo ese “buen rollo” que destila Beamish, subyace una verdad esotérica: sigue tu instinto.

“Si te soy sincero, no me gusta marcarme objetivos, no va conmigo. De hecho, suelo estar en contra de hacerlo”.

Del programa de atletismo de NAU, dirigido por Mike Smith, dice que tiene “una sólida dinámica de equipo”. Sus compañeros le ayudaron a lograr el éxito y asegura que “nunca fui mejor que ninguna otra persona del equipo. Es más, era bastante peor que muchas de ellas”, dice con modestia. Aun así, Beamish ya apuntaba maneras. Ganó la milla de la NCAA en pista cubierta y tres títulos de campo a través para el equipo, además de graduarse habiendo sido seis veces All-American. Claramente, tenía madera de pro. 

Pero, más que cosechar éxitos, lo que cultivó fue la resiliencia mental que emerge de los contratiempos. Una tendinitis crónica del tendón tibial posterior, fracturas por estrés en ambas espinillas y una reacción por estrés del sacro... Casi nada.  Más de once temporadas durante sus años como atleta universitario, y en todas ellas sufrió alguna lesión. Cinco de ellas le obligaron a abandonar la temporada. Entre 2020 y 2021, hubo más de 200 días en los que no pudo correr. Beamish está más acostumbrado a vivir pegado a la realidad —entrenamiento cruzado basado en el esfuerzo o junto a compañeros más rápidos que él— que a fantasear con el futuro. 

“Si te soy sincero, no me gusta marcarme objetivos, no va conmigo. De hecho, suelo estar en contra de hacerlo”. 

Cuando la vida te obliga a vivir con la tensión de no saber lo que va a pasar y sin poder predecir lo que te espera, surge una oportunidad de desarrollar recursos internos que pueden resultar útiles en los años venideros. Beamish se graduó sabiendo valorar los momentos en que podía correr y los entrenamientos compartidos con su equipo. “Es difícil recrear el ambiente de equipo que teníamos en la universidad, pero estaba listo para cambiar de aires”, reflexiona. 

En agosto de 2020, entró en el OAC y se mudó a Boulder para entrenar bajo la dirección de Ritzenhein. Beamish estaba convencido de que este podría “orientar” sus habilidades en la dirección correcta. “Dathan ha tenido lesiones que no me atrevo ni a pronunciar, quince fracturas y cuatro o cinco operaciones. Creo que sabe bastante del tema”. Beamish dice que su relación es “robusta” y basada en la “confianza mutua”. 

Una característica muy especial del OAC es que cada atleta es de un país. Eso significa que se ayudan en los entrenamientos y se animan en las carreras, ya que nunca compiten entre ellos. En los Campeonatos del Mundo, no pelean por un puesto en el mismo equipo. Beamish dice que el grupo es bastante discreto. “Los runners llevan una vida muy monótona”, afirma. Una vez por semana, presenta el pódcast Coffee Club junto a sus compañeros de equipo Morgan McDonald y Ollie Hoare. Describe la experiencia como “una vía de escape fantástica para hablar de lo que se nos ocurra”. 

“Me gusta correr. Disfruto esforzándome al máximo por estar en forma. Día tras día, semana tras semana y carrera tras carrera; los resultados son lo de menos”.

Su plan para este verano es tratar de conseguir las mínimas olímpicas en las tres pruebas. “Sería increíble —asegura—. ¿Cuántas personas han logrado las tres mínimas?”. No muchas. “Estaría bien, pero aún no lo he conseguido. De momento, solo tengo dos”. (Unos meses después de esta entrevista, Beamish se hizo con la tercera, convirtiéndose en la única persona con la mínima olímpica para las pruebas de 1500 m, 3000 m con obstáculos y 5000 m).

A Beamish le gusta intentarlo. Para él, el éxito es tener una carrera “de la que pueda estar orgulloso” y decir sin reservas que disfrutó de su etapa de corredor. Le encanta vivir el momento y estar presente. “Me gusta correr. Disfruto esforzándome al máximo por estar en forma. Día tras día, semana tras semana y carrera tras carrera; los resultados son lo de menos”. Pero no te equivoques. Él lo tiene claro: “Me gusta ganar. Me encanta ganar. Me gusta correr rápido. Lo mejor son los últimos 200 metros”.

Entre la ambición y la acción, Beamish se queda con la segunda. En el mundo del running de élite, donde cada paso hacia delante es un indicador de progreso, no es habitual encontrar un atleta como él. “La gente cree que si no tienes un objetivo, no te estás esforzando por correr rápido,” dice Beamish. Viendo su colección de medallas, cualquiera lo diría. “Entreno mucho, y voy a correr todo lo deprisa que pueda”.