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Joe Klecker: “Tengo algunas cuentas pendientes”

El primer miembro del OAC nos habla de su sencillo planteamiento para esta temporada y de lo que hace en su día a día cuando no está dándolo todo en la pista.

Texto de Sheridan Wilbur. Fotografía de Joe Hale y Justin Britton.

Joe Klecker tiene muchas aficiones. Correr era una de ellas... hasta que se convirtió en su trabajo. Lleva siendo corredor profesional para el OAC desde que acabó sus estudios en la Universidad de Boulder en 2020 y no ha dejado de cosechar éxitos. Olímpico en Tokio, campeón de EE. UU. y dos veces clasificado para los mundiales en 10 000 m. Es totalmente comprensible que procure descansar siempre que no está luchando por hacerse un hueco en el equipo de EE. UU. Pero la mente de este corredor de 27 años nunca permanece quieta por mucho tiempo, y es que le encanta aprender: es graduado en Bioquímica, un entusiasta de la panadería, pizzero aficionado y un gran amante de los perros. Puede que se le conozca por #KleckerMiles, sinónimo en la escena del running americano de correr muchos kilómetros y correrlos muy deprisa, pero lo cierto es que tiene más marchas aparte de su intensidad habitual. 

“He formado un grupo bastante fiel de personas que comentan, se interesan por mí y me hacen preguntas sobre productos a diario” —dice sobre sus 16 000 seguidores en Strava—, pero la mayoría de mis entrenamientos son bastante aburridos”. 

¿Cómo es un día de entrenamiento normal para Klecker? Suele constar de dos carreras: una hora por la mañana y 40 minutos por la tarde. Lo que lo hace especial es que lo registra todo, algo poco habitual tratándose de uno de los corredores más rápidos del mundo. Entrenamientos cruzados, carreras en cinta antigravedad, sesiones en el gimnasio... Registra hasta los paseos con sus dos perros. “Creo que es un puntazo ver estas caminatas con los perros al lado de los entrenamientos más duros”. Reconoce que no hay nada que no meta en Strava. Si alguien le pregunta que por qué hace algo concreto, lo ve como una oportunidad para conectar con sus fans. “Intento concienciarles o explicarles la finalidad y por qué creo que algo es valioso”. 

En marzo de 2024, Klecker desapareció totalmente de las redes. Se estaba preparando para su primera carrera de la temporada y sintió que actualizar sus actividades cada día le suponía una presión añadida, así que decidió no dejarse llevar por la inercia de hacer las cosas de cara a la galería: “Decidí centrarme en lo que era mejor para mí y en estar preparado para el día de la carrera”. El verano pasado [2023], en los Campeonatos del Mundo en Budapest, estaba “pachucho” y se sintió culpable por tomarse un día libre. Comenta que sus seguidores estaban preocupados y le preguntaban por qué no publicaba nada. Así pues, decidió informarles de forma proactiva de que pasaría dos semanas sin conectarse y se dedicó a trabajar de una forma más discreta. “Pero después [de la carrera], subí mis entrenamientos”, confirma. 

“Hay muchas variables en lo que respecta a perseguir tus sueños —comenta—. Por suerte, todo salió a pedir de boca”.

Klecker se graduó en un momento convulso durante la pandemia. Tras recibir el reconocimiento All-American en siete ocasiones y quedar finalista en la NCAA en dos, le hubiera gustado quedarse en Boulder y profesionalizarse, pero solo un graduado de su promoción lo consiguió. Los Juegos de Tokio parecían quedar muy lejos. Cuando On le planteó crear un nuevo equipo en Boulder, aún no había dado el salto a la escena mundial, pero él vio una oportunidad en lo que podía ser un riesgo y se convirtió en el primer atleta en fichar. “Hay muchas variables en lo que respecta a perseguir tus sueños —comenta—. Por suerte, todo salió a pedir de boca”. 

Klecker asumió la responsabilidad por su futuro y se encargó de entrevistar a posibles candidatos. Enseguida conectó con Dathan Ritzenhein, que también corría en Colorado. “Dathan tiene una energía increíble. Puede estar pasando la aspiradora por el gimnasio o, si tienes una sesión de entrenamiento, entrenarte desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche si hace falta; nos parecemos mucho en ese aspecto”. 

Klecker y Ritzenhein tienen una relación muy especial más allá del deporte: también son muy buenos amigos. “Creo que valora mucho que yo estuviera tan dispuesto a tenerlo como entrenador desde el primer día”. Según este, tanto él como los atletas más veteranos del OAC (Ollie Hoare, Alicia Monson y George Beamish) “tienen una relación más estrecha con él” que otros miembros más recientes “porque somos conscientes de cómo empezó todo y de lo lejos que hemos llegado”. 

Si esta relación entre entrenador y atleta funciona es porque ambos están dispuestos a aprender y seguir creciendo. Klecker afirma creer en todo lo que Dathan les manda, pero a veces sugiere cambios en el entrenamiento: “Es verdad que no suele aceptarlos a la primera de cambio, pero me escucha y los estudia”. Durante el primer año bajo la batuta de Ritzenhein, Klecker se centró en entrenamientos de alta intensidad, pero desde entonces han aprendido que puede rendir al máximo durante unos meses. Por lo tanto, ahora solo se centra en intensidad unos meses concretos y después en “entrenamientos de segundo nivel” para mantener la forma y tener un buen año. 

Una de las mejores compañeras de entrenamiento de Klecker es Hellen Obiri, que tiene dos medallas de plata olímpicas en 5000 m y dos victorias en el maratón de la ciudad de Boston en su haber. Ambos salen beneficiados: Klecker se ve obligado a esforzarse más, y Obiri recibe un apoyo extra. “Yo suelo ayudarla cuando hace viento o pasarle botellas, y ella me ayuda a avanzar”. Antes de que Obiri entrara en el equipo, Klecker solía hacer carreras largas y difíciles en solitario. “Es genial tener compañía, y más si es la de Hellen”. 

“Correr es lo primero, no quiero ponerlo en peligro”.

Después de un año como corredor profesional, Klecker empezó a sentirse inquieto. “Tenía la sensación de no estar aprovechando el tiempo al 100%”. Echaba de menos la universidad, y deseaba ejercitar la mente tanto como el cuerpo. Así pues, tras graduarse en Bioquímica, solicitó una beca al Comité Olímpico para hacer un máster. Ahora mismo está haciendo un programa online en Biotecnología de la Universidad de Madison: “Todo es cuestión de equilibrio —señala sobre compaginar los estudios y su carrera deportiva—. Intento no tener demasiadas cosas a la vez porque correr es lo primero, no quiero ponerlo en peligro”. 

Klecker vive rodeado de naturaleza en Boulder, pero cada día debe evitar la tentación de hacer senderismo o escalar montañas de 4000 metros. “La recuperación es importantísima [en el running]”. ¿A qué otros hobbies puede dedicarse a diario? A hacer pan, por ejemplo. “Me mantiene ocupado —comenta—. En mi primer año como profesional, me aburría bastante: me pasaba el día tirado sin hacer nada. Me ha venido bien encontrar hobbies que encajen con nuestro estilo de vida”. Klecker aprendió a hacer pan con libros de cocina y vídeos de YouTube: “Me divierte tratar de superarme cada día”. 

Pero ya no se conforma solo con el pan. Su mujer, Sage Hurta-Klecker, le regaló un horno para pizzas por su cumpleaños. La pareja descubrió los placeres de la pizza napolitana en un viaje a Florencia para la Diamond League el verano pasado [2023]. “He subido mucho el listón —dice—. Me preocupaba que Sage hubiera tirado el dinero si yo no era capaz de hacer buenas pizzas”. Motivado por su afán de dominar este arte, empezó a experimentar con bases de masa madre. Durante un par de semanas, casi la mitad de sus comidas consistieron en pizza, pero fue cambiando la receta cada día hasta conseguir una masa esponjosa digna de Instagram.

“Por suerte, somos muy conscientes de estar persiguiendo estas metas; no necesitamos llevarnos el trabajo a casa”.

Klecker y Sage se conocieron practicando campo a través en Colorado y conectaron durante los viajes de equipo. “Era genial viajar juntos a todas esas ciudades nuevas”, dice. Hoy siguen viajando juntos para competir, solo que ahora lo hacen por todo el mundo. ¿En la pareja solo se habla de correr? “No, la verdad es que no. Por suerte, somos muy conscientes de estar persiguiendo estas metas; no necesitamos llevarnos el trabajo a casa”, asegura. 

Hace unos años, salieron a correr un día que diluviaba y volvieron con compañía perruna: se encontraron “un perro ciego de 16 años” en mitad de la carretera, y Klecker estaba seguro de que acabaría atropellado. Al llegar a casa, le dieron un baño y no pararon hasta encontrar a su dueño, que los invitó a visitar a Tucker (el nombre del perro) cuando quisieran. Pero Klecker, que creció con tres perros, tenía muy claro que quería uno propio. 

Poco después, se hicieron con un cockapoo al que llamaron Tucker en honor al perro abandonado. Más tarde, consiguió convencer a su mujer para sumar a Minnie (una cavapoo) a la familia. “Duermen todo el rato, pero les encantan los frisbis, salir de paseo y las carreras cortas —dice—. Los queremos con locura”. 

Hay algo más sin lo que Klecker no puede vivir: la cafeína. Ritzenhein suele llevar expresos del Starbucks para todo el equipo antes de los entrenamientos y las carreras, pero él llegó a un punto en el que “tomaba Gatorade además de esos chutes de cafeína”. Pronto descubrió cómo combinar ambas bebidas en una sola: “El Red Bull sabe mucho mejor y me gusta más”. Afortunadamente, maneja bien la carbonatación durante los entrenamientos: “Tengo la suerte de tener un estómago a prueba de bombas, porque tomo un montón”. La verdad es que no le gusta el Red Bull clásico: su sabor favorito es el de Coca-Cola. “En Europa tienen sabores a los que me he acabado enganchando”.

“Todo tiene que sumar para llegar a competir con los más grandes y rendir al máximo”.

Este verano [2024], Klecker está deseando volver a Europa para probar sabores regionales pero, sobre todo, por una razón más importante: “Saber que mi madre compitió en los Juegos del 92 me influyó mucho; siempre ha sido un sueño para mí, pero parecía totalmente fuera de mi alcance. En el instituto y en la universidad nunca fui de los mejores”, señala. Cuando recuerda cómo logró asegurar su plaza para Tokio en su primer año como profesional, Klecker lo describe como “surrealista”.

Tener que conformarse con un decimosexto puesto en los Juegos le dejó un mal sabor de boca. Al año siguiente, volvió a la escena mundial en Eugene con ciertas mejoras. “Fui corriendo con los primeros hasta que solo faltaban como 800 m para la meta”, dice. En los Campeonatos del Mundo de 2022 en 10 000 m acabó en novena posición. “Después de haber estado tan cerca de los líderes en Eugene y haberme acercado tanto a las medallas, tengo algunas cuentas pendientes”. 

Cuando empezó a tomarse más en serio las competiciones en pista cubierta, Klecker se dio cuenta de que estaba algo quemado con las pruebas exteriores, de que “no estaba al cien por cien”. En 2023, sintió la presión por clasificarse para la final de la Diamond League, y entonces se lesionó en los Campeonatos del Mundo en Budapest. “Tener demasiadas metas e intentar abarcar demasiado hizo que me desinflara antes de acabar el año”. Ahora ha simplificado su estrategia: “Voy a darlo todo en los 10 000 m. Todo tiene que sumar para llegar a competir con los más grandes y rendir al máximo”.