

Natural de la España rural, García Romo está cautivando al mundo del running con su carácter sereno y sosegado.
Texto de Louise Hough. Fotografía de Colin Wong y del archivo familiar de los García Romo.
Centro Nacional de Atletismo de Budapest: en el cielo no se vislumbra ni una sola nube y el sol abrasador de agosto baña las gradas repletas de espectadores. Suspendida en el aire, flota una densa mezcla de calor y expectativas. De vez en cuando, el zumbido continuo de los murmullos del público se ve interrumpido por un estallido de gritos de ánimo. En la pista, la última eliminatoria de los 1500 m está a punto de comenzar: otro paso determinante para decidir quiénes participarán en los Juegos Olímpicos. Ya preparado en la línea de salida y flanqueado por sus rivales —algunos de ellos compañeros del OAC (On Athletics Club)—, espera el mediofondista español Mario García Romo.
El 2023 ha sido un año de logros para García Romo. En enero, consiguió el récord de España de la milla con una marca de 3:51:79 en los Millrose Games de Nueva York. En junio, en los Bislett Games de Noruega, entró en el club de los 1500 m en menos de 3:30 junto con Yared Nuguse y Olli Hoare, compañeros del OAC. “Fue un momento increíble. Siempre creí que lograr esa marca era posible solo para atletas olímpicos y campeones del mundo. Fue una gran sorpresa”.
El viaje de García Romo comenzó en el pueblo salmantino de Villar de Gallimazo, de tan solo 200 habitantes. Allí, la vida se movía al ritmo tranquilo de la naturaleza circundante. Esa tranquilidad es la misma con la que el atleta compite por todo el mundo, siempre apoyado por una comunidad muy unida. En su pueblo había pocos niños de su edad, por lo que las amistades que forjó fueron pocas, pero robustas. Los cerros silenciosos y las carreteras serpenteantes invitaban a reconocer el terreno, y esos paisajes pronto se convirtieron en el telón de fondo de una pasión imparable por el running.
Durante sus años de colegio, correr brindó a García Romo una manera de contrarrestar el gran esfuerzo mental que exigía su asignatura favorita: química. “De pequeño, siempre me fascinó la ciencia. Me acuerdo que, a los 9 o 10 años, leía cosas sobre el tema y me molaban mucho. En el instituto, resultó que [la química] se me daba bastante bien, así que decidí centrarme en ella. El running siempre fue el complemento perfecto a mis estudios: me ayudaba a desconectar después de estudiar y, a su vez, estudiar me daba algo que hacer en los periodos de recuperación. Era un equilibrio perfecto”.
Su dedicación al running y su pasión por la ciencia le acabaron granjeando una beca para estudiar en Estados Unidos. En 2018, llegó a la Universidad de Misisipi. “Mi primer año en la universidad empecé la carrera de biotecnología; fue todo un reto. Era superdifícil que me aceptaran en el grado porque la nota de corte era altísima y, para entrar, tenía que competir con algunos de los mejores estudiantes de España”.
Esta universidad —conocida como Ole Miss—, tiene fama por ser una suerte de incubadora de grandes atletas profesionales. García Romo no tardó en contribuir su granito de arena a esa reputación bajo la dirección del entrenador Ryan Vanhoy. “Me solía levantar a las seis para entrenar en la pista antes de ir a clase de 9:00 a 14:00. Después descansaba un rato y me iba al laboratorio de 17:00 a 21:00. Era duro, pero correr por la mañana no era solo un entrenamiento, me ayudaba a afrontar el día con buena actitud”.
Adaptarse a la vida universitaria estadounidense no fue un camino de rosas. Pasar de los tranquilos campos de Villar de Gallimazo y de su grupo de amigos del instituto a una ciudad universitaria con miles de estudiantes fue un cambio brusco. “Me dio mucha pena irme de casa. De hecho, fue uno de los momentos más difíciles de mi vida. Estaba lejísimos de los míos, pero aun así fue una experiencia increíble”.
“Los partidos de fútbol americano, cruzar el campus para ir a la biblioteca... Todo lo que veía me recordaba a las películas. También era la primera vez que estaba expuesto a tantas culturas distintas. Conocí a gente de todo el mundo: Australia, Nueva Zelanda y de un montón de países de Europa y África. No me esperaba eso de una ciudad en el sur de Estados Unidos. Relacionarme con personas tan diferentes fue un choque cultural, pero me encantó. Cuando llegué a Ole Miss, no hablaba inglés muy bien, así que los primeros meses no podía comunicarme mucho”.
Una vez más, García Romo recurrió al running para conectar con su entorno. “El running puede ser un deporte individual —a veces no hay duda de ello—, pero en la universidad, en la pista, era un deporte de equipo. El entrenamiento era mi momento para socializar. Y menos mal, porque creo que me habría vuelto loco si no llega a ser por esos ratos”.
Tras su exitoso paso por el equipo de atletismo de Ole Miss (incluido el récord de la milla de la NCAA en pista cubierta en 2022) y con un grado de ciencia en su haber, García Romo se marchó a Boulder (Colorado) para entrar en el On Athletics Club. Guiado por el entrenador Dathan Ritzenhein y la entrenadora auxiliar Kelsey Quinn, empezó a cosechar nuevos éxitos en la pista a toda velocidad.
“Entrenar con el OAC es otra historia. Pasé de ser uno de los mejores de la universidad a correr con gente que compite por títulos mundiales o para clasificarse para los Juegos Olímpicos. El horario es más intenso, por no hablar de los viajes. Es otro nivel; tienes que estar siempre al pie del cañón”.
“Lo más valioso que me enseñó la universidad es que si soy capaz de aprender otro idioma, empezar de cero, conocer nuevos amigos y pasármelo en grande mientras lo hago, también soy capaz de esto”.
En Boulder, un oasis entre montañas, García Romo no tardó en encontrar su sitio gracias a las nuevas relaciones que entabló con sus compañeros. Un equipo en el que el equilibrio entre la camaradería y la competición será testigo de la metamorfosis de estas promesas del atletismo en auténticas leyendas en ciernes. “Todo el mundo se lleva muy bien. Pasamos juntos todo el tiempo que podemos, aunque obviamente solemos estar muy cansados. Para mí, los ratos más especiales son los enfriamientos en grupo después de un entreno duro. Es como correr con amigos y compartir la euforia del corredor”.
“Cuando tenemos que competir entre nosotros, no nos resulta incómodo porque entrenamos juntos todos los días. Me acuerdo de una vez que Olli, Yared y yo estábamos, literalmente, uno detrás del otro [en una carrera de alto nivel]. Correr con ellos me tranquiliza porque es como un día cualquiera de entrenamiento. Aunque, en realidad, estemos haciendo 1500 m en 3:29 minutos. Cuando lo piensas, es una pasada”.
Al finalizar una temporada intensa de entrenamientos y competiciones, García Romo se toma la recuperación muy en serio. Es una oportunidad para compensar los esfuerzos y cargar las pilas física y mentalmente fuera de la pista.
“Me gusta alejarme de las redes sociales durante al menos dos semanas. Son muy útiles porque te permiten conectar con mucha gente de todo el mundo, pero también hay un montón de troles. Recuerdo ver tuits con mi nombre y gente diciendo cosas malas sobre mí, incluso cuando estaba en un buen momento profesional. Da igual si hay veinte comentarios y solo uno es negativo: siempre te fijas en ese”.
“Para mí, los periodos de recuperación sirven para darme cuenta de que hay vida más allá del running. No todo es deporte, también hay que conectar con la familia y los amigos. Si me pasara el día pensando en el atletismo, no tendría espacio mental para dedicar tiempo a la gente que me importa. No quiero meterme en Instagram para ver lo que pasa en el mundo del running y enterarme qué están haciendo mis competidores”.
Hay infinidad de estudios que demuestran que practicar mindfulness puede dar una ventaja competitiva a quienes se dedican al atletismo profesional: mejora la concentración, reduce el estrés y fortalece la resiliencia mental ante la ansiedad de rendir al máximo. ¿El secreto de la actitud serena de García Romo? La meditación.
“Intento meditar un mínimo de diez minutos al día. Los últimos cinco años han pasado volando y he vivido muchísimas experiencias. Quiero estar tranquilo y anclado en el presente para asimilarlo todo y no perder de vista las cosas que realmente importan. A menudo, dudo de mis capacidades durante una carrera, pero es precisamente en esos instantes cuando hay que observar esos pensamientos y dejar que se disipen para poder centrarse en las cosas buenas”.
A pesar del caos en las gradas y del calor sofocante, en la línea de salida de los 1500 m en Budapest, García Romo está tranquilo y concentrado.
“Siempre he soñado con clasificarme para los Juegos Olímpicos. Me estresa mucho pensarlo porque es dificilísimo de conseguir. Pero, al mismo tiempo, estoy tranquilo. Me veo corriendo en los Juegos, puedo visualizarlo y sentirlo. Por ahora, me voy a centrar en los entrenamientos y las carreras, y a disfrutar del viaje”. Suena el pistoletazo de salida y Mario sale disparado.