

El Valle de la Muerte más que un lugar es un concepto. Es cierto que existe, con sus montañas escarpadas, sus bosques de rocas, su tierra quemada por el sol y su brillante carretera de asfalto que atraviesa el valle entero. Pero lo que realmente lo define es la sensación de inquietud y pesadumbre que produce en sus visitantes. Es difícil que no te vengan a la cabeza pensamientos fúnebres en un lugar que lleva la muerte en el nombre.
Puede que te encuentres allí para responder a la frase: "¿crees que hace calor? Prueba a hacer senderismo en el Valle de la Muerte en julio". O tal vez sientas una curiosidad morbosa por comprobar hasta qué punto tus vacaciones pueden convertirse en una pesadilla. O quizá, como dijo Tim (un tipo de Minnesota con el que hablamos en un bar de Lone Pine, California, a la víspera del ultramaratón Badwater® 135), estás allí porque "buscas un reto que superar".
Tim había volado a Las Vegas ese mismo día y había venido en coche con unos amigos. En solo 24 horas iban a acompañar a una de sus compañeras de trabajo en su intento de realizar "la carrera a pie más dura del mundo". Lo que supone recorrer a paso ligero alrededor de 217 km, desde Badwater Basin (a 282 pies bajo el nivel del mar, el punto más bajo del continente) hasta Whitney Portal a 8374 pies de altura sobre el nivel del mar (la cima más elevada de los Estados Unidos continentales).
Durante la mayor parte de las aproximadamente 40 horas que su amiga pasaría corriendo, caminando y cojeando por el arcén de las autopistas de dos carriles que componen el recorrido, la temperatura no bajaría de 32 °C (90 °F), y podría subir hasta 20 grados más. Su plan era que los miembros de su equipo se adelantaran en un monovolumen alquilado, aparcando en el arcén aproximadamente cada kilómetro y medio para proporcionarle líquidos, rociarla con agua tibia, echarle crema SPF 50 en toda la piel expuesta y convencerla de que comiera algo, lo que sea. Todo ello imprescindible, ya que tendrá que superar un desnivel de casi 4000 m sin ver la sombra en ningún momento.
Cuando Tim nos describió este plan, parecía entusiasmado, quizá incluso envidioso. Por eso le preguntamos: te gustaría hacerlo algún día? A lo que él nos respondió:
"Si, sin ninguna duda."
El Valle de la Muerte es una franja de tierra encajonada entre cadenas montañosas desarboladas al norte del desierto de Mojave. Su belleza es innegable. La escasa vegetación y la topografía accidentada permiten disfrutar de amplias vistas panorámicas que recuerdan constantemente la magnitud y la aridez del lugar: el Valle de la Muerte es un paisaje desértico elevado a la máxima potencia. Cuando el viento cálido sopla, se queda en el valle. Aquí se registraron las temperaturas atmosféricas más altas de la superficie del planeta: 56°C (134 °F) y 93 °C (201 °F).
En el Valle de la Muerte el agua escasea, y el hilillo que fluye por el puñado de arroyos y lagunas que existen durante todo el año solo puede sustentar una cantidad limitada de vida. Cuando llueve, no es raro que las gotas se evaporen por completo antes de alcanzar la tierra árida, endurecida y agrietada por las altas temperaturas. En algunos puntos parece como si alguien hubiera volcado el contenido de un salero de 90 metros de altura.
Pero incluso aquí hay esperanza. La vida en el Valle de la Muerte no florece, pero se adapta y persiste. Los miembros de la tribu Timbisha Shoshone siguen considerando la zona como su hogar, a pesar de un esfuerzo de desplazamiento que ha durado siglos; de la creciente presión ejercida sobre los delicados arroyos que proporcionan agua y sustentan la biodiversidad; y de décadas de actividad industrial que han alterado para siempre el paisaje y la cultura.
Incluso aquí hay esperanza. La vida en el Valle de la Muerte no florece, pero se adapta y persiste.
En el último siglo, el Valle de la Muerte se ha convertido en sinónimo hollywoodiense de hostilidad y anarquía. Es aquí donde los estudios filman los tiroteos finales, donde la silueta resplandeciente del héroe cabalga hacia la puesta de sol con un sombrero de vaquero agujereado por las balas. Es aquí donde George Lucas construyó el planeta desértico abandonado, gobernado por Jabba en La guerra de las galaxias. Y es aquí donde mi amigo, el fotógrafo Ryan, y yo documentamos el lugar tal y como aparece, en toda su cruda belleza y brutalidad.
Estamos aquí para fotografiar al favorito para ganar la carrera, el ultrarunner de On Yoshihiko Ishikawa, que en julio de 2019, estableció un nuevo récord en la Badwater® 135 (el tiempo de Yoshi para los 217 km: la sofocante cifra de 21:33:01).
Nos encontramos con él y su equipo en el aparcamiento de su motel en Lone Pine, el día antes de la carrera. Yoshi, que se declaró a su ahora esposa en la línea de meta en 2019, tiene constancia de haber dicho: "No es divertido si no ganas", y su traductor confirma que vuelve a tener los ojos puestos en el premio. Superar su propio récord no es la prioridad, le bastaría con una humilde victoria. Mientras charlamos, echamos un vistazo a la habitación de hotel de Yoshi. Aparte del mobiliario estándar de color beige, hay una caja llena de suministros que su equipo utilizará mañana para mantenerlo con vida y seguir adelante. Está muy emocionado.
No es divertido si no ganas.
Al habernos pasado la vida rodeados de corredores de todo tipo, no nos sorprende que la gente afirme que cosas objetivamente dolorosas son divertidas. Pero estar inmerso en el mundo de la competición ya sea de atletismo, de maratones o de la carrera Western States 100 (otro de los ultramaratones más salvajes de Norteamérica) es totalmente diferente.
Cuando participas en una carrera como el maratón de Boston o Nueva York, sufres muchísimo, pero al terminar, durante unas horas, te encuentras con las ventajas de estar en una gran ciudad: un rápido viaje en taxi y ya tienes una ducha caliente, una hamburguesa y una cerveza del servicio de habitaciones a tu alcance. Al día siguiente vuelas a casa tranquilamente, quizá con la medalla puesta, y los demás pasajeros te felicitan por tu logro: "¡Enhorabuena! Yo nunca podría hacer eso".
En los ultramaratones más convencionales, se sufre durante mucho más tiempo, pero el dolor queda atenuado por la belleza natural del paisaje. Las horas de soledad son amortiguadas por voluntarios amables y experimentados que saben de inmediato qué marca de refresco sin gas necesitas para animarte. En la Badwater®, no hay una recompensa o un consuelo obvio al final, ni la posibilidad de refugiarse en plena naturaleza cuando las cosas se ponen difíciles. Al menos aquí no te sentirás solo: tu equipo te acompañará casi en todo momento.
Que Yoshi le propusiera matrimonio a su mujer en la línea de meta en 2019 puede considerarse un golpe maestro. No fue solo una declaración de amor, sino también su estrategia de supervivencia: si mantienes tu fe en el amor el tiempo suficiente, en la línea de meta encontrarás la esperanza; no solo deshidratación aguda, flashbacks salvajes y montones de rodillos de espuma.
Un desafío de este calibre no es barato. Los participantes en Badwater pagan una cuota de inscripción de 1595 dólares, a los que hay que sumar miles más en billetes de avión, alojamiento y comida para ellos y su equipo. Así que, si quieres participar, será mejor que vayas ahorrando.
¿Te sobra el dinero? Los residentes de Lone Pine (con una población de aproximadamente 2000 habitantes) estarán encantados de ayudarte. Todos los negocios se esfuerzan por dar cabida a la avalancha que acompaña a la carrera, pero aun así a los lugareños les resulta demasiado difícil de comprender la terrible realidad a la que se someten los corredores por esas montañas, de forma voluntaria y con un tanto gasto económico. A los Lone Piners les preocupa sobre todo la propina que dejarán los visitantes. Digamos que cuando los corredores empiecen a atravesar la ciudad no habrá una marabunta de gente gritando y animando al estilo del maratón de Boston.
Aunque Badwater® 135 no obtenga el reconocimiento local de ser uno de los Grandes Maratones del mundo, para los corredores, sus equipos, las personas que lo organizan y las que participan ayudando, lo es todo. Y Chris Kostman, el director de la carrera, es el eje central de todo ello. Chris es una de las personas más carismáticas, y extrañas, que he conocido. Llamar a Badwater® "la carrera a pie más dura del mundo" es una maniobra de marketing estupenda que atrae a exmilitares, conferenciantes motivacionales, masoquistas del ultrarunning y fotógrafos paisajistas.
Eso de que tienes que correr sobre la pintura blanca para que no se te derritan las zapatillas es un mito total. Pero imagino que Chris no se esfuerza mucho en desmentirlo. Y no hay nada malo en ello.
Veintitrés horas, ocho minutos y 135 millas (alrededor de 217 km) desde la línea de salida, la linterna frontal de Yoshi se balancea en la oscuridad. Rodeado por su equipo, cojea hacia la meta, eufórico pero más agotado que nadie que yo haya visto jamás. A pesar de la barrera del idioma y del intenso cansancio, responde amablemente a un puñado de preguntas de la prensa y posa para las fotos. A los pocos minutos, vemos cómo el equipo de Yoshi le ayuda a subir al asiento trasero de un monovolumen, donde se queda dormido antes de que la puerta automática se cierre del todo.
Y puede dormir tranquilo: el último finalista no lograría terminar esta hazaña agonizante hasta 24 horas después.
Con la victoria de Yoshi en el bolsillo, bajamos de la montaña y nos dirigimos a la ciudad, intentando asimilar la extrañeza y el agotamiento de los dos últimos días. Apenas hemos dormido, solo hemos comido lo que hemos conseguido en las gasolineras y, a pesar de haber bebido lo que parecen litros de agua, nos sentimos tan secos como momias exhumadas.
Todo parece un sueño febril. Es difícil separar el espectáculo de la realidad que es Badwater® 135.
Es difícil separar el espectáculo de la realidad que es Badwater® 135.
Como observador, hay momentos en los que todo parece un malvado mundo de villanos sacado de una película de Disney. Casi esperas pasar por detrás de una fachada al estilo del Show de Truman para descubrir un secador de pelo de 60 metros de altura que sopla aire caliente sobre un paisaje desértico de atrezo.
Pero en los momentos de "apacible" calor sofocante, cuando el siguiente corredor y su equipo están a kilómetros de distancia y te das cuenta de que no has visto una nube o una planta con una hoja en todo el día, te acuerdas de que todo esto es muy real. Es un lugar peligroso, donde un par de turistas mueren cada año. El Valle de la Muerte está intentando matarte activamente, y tú estás bailando con él a cada paso que das a lo largo de la ruta de 135 millas (217 km).
En ese aspecto, Badwater® 135 no es tanto una carrera como algo que hay que conquistar. Es el mayor trofeo que alguien puede conseguir en su vida.
Pero durante la carrera en sí, el sentimiento que prevalece no es de alegría. Es francamente fúnebre. Pienso en la conversación que tuvimos con Tim en el bar. Una vez que empiezas a medir tu vida en función de los obstáculos que has superado, es difícil imaginar que alguna vez estarás satisfecho mientras haya algo más ahí fuera contra lo que luchar.
Y ganar es la única opción. Pregúntale a Yoshi.