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$150.00
La serie de carreras de trail running nacida en Estados Unidos llega a Suiza con un claro objetivo: introducir un formato estimulante e inclusivo en el viejo continente. Te contamos lo que se puede esperar de esta carrera en Engelberg.
Texto de Robert Birnbaum. Fotografía de Jan Cadosch.
Una carrera de 15 km con 930 m de desnivel positivo por terreno técnico. Atletas profesionales de trail corriendo junto a principiantes, una fiesta legendaria antes y después del evento y unas vistas inmejorables. La primera vez que oí hablar de la Cirque Series Engelberg, nunca había hecho trail running. Pero la descripción sonaba apetecible y me picó la curiosidad. Me encantaba el senderismo, pero el concepto de correr por el monte me resultaba totalmente abstracto.
La Cirque Series me dio la oportunidad de dar el primer paso en una carrera con una distancia asequible. Estos eventos nacieron con la idea de abrir las puertas de este deporte a un público de runners más amplio y a aquellas personas que no se ven corriendo montaña arriba. Con una distancia desafiante, pero no intimidante, por los senderos pedregosos de Engelberg, la espectacular ruta de esta edición suiza se presta a distintos planteamientos: te lo puedes tomar como un bautismo de fuego y disfrutar del paisaje a tu ritmo o infiltrarte en el grupo de pros y dejarte la piel para seguirles el paso.
Para mí, la opción ideal era un término medio entre las dos. Con mi escuálida experiencia corriendo por senderos, pero con una buena forma física (y, claramente, un orgullo desmesurado), decidí que quería emplearme a fondo. Me inscribí en la categoría “Deporte”, apta para principiantes en el trail running como yo. Unos 10 o 15 metros delante de mí, en la sección “Pro”, reconocí a Antoine Charvolin, atleta de trail running de On y buen amigo mío. Nunca había corrido tan cerca de la cabeza del pelotón y rodeado de deportistas amateur como yo.
El pistoletazo de salida dio comienzo a la aventura. El grupo de skyrunners se adelantó enseguida a una velocidad asombrosa mientras el resto sorteábamos el tráfico a pie de montaña. Estaba muy animado, a pesar de las frías gotas de lluvia que me resbalaban por la cara. Tras un kilómetro, el terreno se tornó vertical y, con él, mi sonrisa dio paso a una mueca de dolor. Me sorprendió ver que incluso quienes lideraban la carrera empezaron a caminar en vez de correr montaña arriba. Más tarde, tres o cuatro trail runners con experiencia me aseguraron que es mejor subir andando por pendientes pronunciadas. A mí me tocó aprenderlo a golpes. Literalmente, a golpe de latido contra el pecho, como si el corazón se me fuera a salir por la boca. “Estás malgastando energías, amigo. Correr no te ayuda a avanzar más rápido, pero sí te dejará baldado en menos de un kilómetro”, me explicó una corredora a la vez que me adelantaba. Tomé buena nota de su consejo.
Al levantar la vista, la pendiente se antojaba interminable. Gracias a mi recién aprendida estrategia de caminar en vez de correr, llegué arriba tocado, pero no hundido. Al divisar el punto de avituallamiento (y la oportunidad de cargar las pilas) espiré aliviado. Las palabras de apoyo del equipo voluntario me dieron los ánimos que necesitaba para apretar un poco más. Cuando llegó el descenso, no fui el único que se tuvo que pelear con el terreno enlodado, pero todo el mundo sonreía y jaleaba. Los días antes de la carrera, tenía el ego subido y me convencí de que lo iba a petar en el descenso. Pero lo que estuvo a punto de petar fue mi pecho: mi respiración iba a mil por hora. Cada vez que sentía el flato, me paraba un par de minutos para que descansaran un poco los abdominales. Era oficial: la montaña me había puesto en mi sitio.
Cuando por fin llegué al valle, aún me quedaba algo de gasolina en el depósito para esprintar a la meta, donde el ambiente no podía ser más festivo. Runners, público y equipo voluntario: todo el mundo se apuntó a celebrar un magnífico día en el monte. Hubo quien puso a prueba sus límites y quien descubrió una nueva pasión. Cuando compartes la misma lucha, la misma alegría y la misma aventura, relacionarse con gente que no conoces de nada resulta totalmente natural. Me encantó chocar los puños con las estrellas fugaces que llegaron a la meta una hora antes que yo y sentí que ya formaba parte de la comunidad de trail runners. Estaba enganchado a este deporte.
No me malinterpretes: todavía no se me había olvidado el sufrimiento del ascenso. Fue muy duro, pero el esfuerzo valió la pena en cuanto puse un pie en la cima. El descenso fue como bajar una escalera interminable justo después de un entrenamiento brutal de piernas. Sin embargo, la descarga de adrenalina que invadió mi cuerpo convirtió el dolor en un emocionante juego. Y yo solo era una de las muchas personas felices que debutaron ese día en Engelberg. Y eso es lo que hace la Cirque Series tan especial. Fue mi primera carrera de trail running, pero algo me dice que no será la última.
La Cirque Series regresa a Engelberg el 23 de septiembre de 2023. Inscríbete aquí para averiguar si el trail running pasará a ser una parte esencial de tu identidad, si esta carrera será simplemente una oportunidad de disfrutar de un día al aire libre o si todo quedará en una experiencia puntual que no volverá a repetirse (totalmente aceptable también).