El deporte ayuda a las personas refugiadas a sentirse en casa en Zúrich.
"El deporte conecta a la gente con mucha facilidad. No necesitas saber nada de nadie; todos somos iguales cuando hacemos deporte".
Texto de Moya Lothian-McLean. Fotografía de Mitch Zachary.
Cuando Biniam Debesay llegó a Suiza, odiaba correr.
En Eritrea, su país natal, había sido futbolista. Tenía tanto talento que fue convocado para jugar en la selección nacional, pero esa convocatoria coincidió con otra: su reclutamiento para el servicio militar obligatorio eritreo, que puede durar "indefinidamente".
A los 28 años, Biniam se vio obligado a huir, como miles de jóvenes refugiados eritreos que se dirigen a Europa para escapar de un futuro desgarrado por el conflicto. Hoy en día, le cuesta hablar de lo que vivió y solo esboza lo esencial de su viaje. Su recorrido comenzó en un centro de asilo en Kreuzlingen, al noreste de Suiza, donde esperó a que se tramitara su solicitud de residencia.
Al poco tiempo, lo trasladaron a un nuevo centro en Zúrich, y finalmente lo enviaron a diferentes alojamientos dentro de la región. Mientras Biniam esperaba una decisión, buscó compensar parte de la soledad que le había supuesto tener que dejar atrás toda su vida. Al principio, se apuntó a un club de fútbol.
"Nunca pude conectar realmente con la gente, ni sentir que pertenecía al grupo", cuenta Biniam, que ahora tiene 34 años, a través de una videollamada sobre su intento de encontrar una comunidad a través del fútbol. "Nunca me sentí cómodo allí, así que dejé de ir".
Mientras su solicitud de asilo avanzaba por las distintas fases, Biniam intentaba encontrar su lugar en el país. Fue un proceso complicado y de aislamiento que implicó mucho papeleo, reuniones periódicas con funcionarios, la entrega de sus datos biométricos, y que se prolongó durante cuatro años. Biniam no pudo asentarse del todo hasta que su futuro estuvo decidido.
"Me costó entender la cultura, aprender el idioma", nos cuenta a través de una intérprete. "No sabía \[exactamente] qué pasaba con mi procedimiento de asilo porque todo estaba en alemán y no había una vía clara por la que pudiera buscar ayuda. Siempre estaba un poco perdido y solo".
Al cabo de un año, se puso en contacto con una organización llamada Solidarius para asistir a algunos de sus eventos deportivos: eran gratuitos y a Biniam le apetecía hacer ejercicio. Poco después, se dio cuenta de que se reunían grupos muy grandes y variados de runners, organizados por un grupo paralelo llamado Sportegration.
Biniam dice que no le gustaba correr. "Me burlaba de la gente que lo hacía, no lo entendía en absoluto". Pero el tamaño del grupo de Sportegration y la diversidad de sus integrantes le llamaron la atención. Biniam decidió acudir a la sesión del miércoles siguiente. Se encontró con unas 19 personas más, corriendo a lo largo del río que serpentea por el centro de Zúrich.
"Nos reímos mucho aquella tarde", dice. Biniam se sintió más cómodo y asentado que en mucho tiempo, y a pesar de su rechazo inicial hacia el running, la experiencia fue tan positiva que decidió volver. Para su sorpresa, en poco tiempo se dio cuenta de que correr se estaba convirtiendo en una pequeña obsesión.
"Podía evadirme de mis problemas", recuerda Biniam. "No solo dejaba de pensar en mi proceso de asilo, sino también en mi familia. En esa hora de carrera podía descansar de todas mis preocupaciones y estar con los demás".
“Los demás” dejaron rápidamente de ser solo compañeros de Sportegration y empezaron a convertirse en amigos.
"Fue maravilloso tener la oportunidad de conocer a tanta gente en un mismo lugar", dice.
Varios eran también refugiados eritreos con los que Biniam conectó con gran facilidad y rapidez gracias a sus numerosas experiencias compartidas.
"Después de esa primera semana intercambiamos contactos y empezamos a quedar, nos ayudábamos mutuamente \[con nuestro proceso de asilo]", nos cuenta. "No tardamos mucho en empezar a quedar para tomar café y jugar al ping-pong".
Sus carreras dos veces por semana con Sportegration proporcionaron a Biniam una nueva "familia" en Suiza. Cuatro años después, sigue siendo un miembro entregado y se toma el running más en serio que nunca. Corre al menos 60 km a la semana, y es capaz de correr medio maratón en poco más de una hora.
"Quizá sea un poco mayor para convertirme en corredor de élite, pero me gustaría participar en carreras más competitivas", nos cuenta. "Un gran sueño sería conseguir patrocinio".
Mientras tanto, con el apoyo de Sportegration, Biniam trabaja para obtener el título de entrenador de corredores, además de seguir una formación como ingeniero. Quiere que correr sea mucho más que un hobby. De hecho, el running ha superado al fútbol como su deporte favorito. Biniam espera que trabajar como entrenador le permita transmitir sus conocimientos y su amor por esta práctica a las próximas generaciones.
"Correr me ha abierto muchas oportunidades", comenta. "Pero, sobre todo, me ha permitido sentir que por fin formo parte de la sociedad de aquí. Me ha ayudado a encontrar mi lugar en Suiza y a hacer amigos".
"El deporte conecta a la gente con mucha facilidad. No necesitas saber nada de nadie; todos somos iguales cuando hacemos deporte".
La misión de Sportegration es contribuir a la integración de jóvenes refugiados en Zúrich mediante el deporte. Right To Run colabora con Sportegration desde el verano de 2017, proporcionando productos y apoyo financiero que ayuden a la organización a facilitar a más personas el acceso a actividades deportivas.
Si vives en Zúrich y te interesa el tema, hemos organizado una mesa redonda y una carrera comunitaria con Biniam y el equipo de Sportegration en el On Lab este mes de julio. Infórmate.
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