

Cuando Gustav Iden fichó por On, nuestro equipo se propuso crear las zapatillas de sus sueños. Seis semanas más tarde, el triatleta se convirtió en campeón mundial de Ironman y nuestra creación cambió las reglas del triatlón para siempre.
Texto de Robert Birnbaum.
Campeonato Mundial de Ironman de Kona (Hawái): clasificarse para esta carrera es un sueño hecho realidad para los y las triatletas más rápidos. Bajo un sol de justicia acompañado por una humedad sofocante, primero tienen que nadar 3,9 km, pedalear durante 180,2 km y correr después un maratón (42,2 km). Si clasificarse para una competición así es un logro, cruzar la línea de meta es, directamente, extraordinario. Luchar por el podio en este legendario circuito requiere años de entrenamientos extenuantes y una determinación desmesurada, pero también una equipación que esté a la altura.
En 2019, Jan Frodeno —oro olímpico en triatlón y triple ganador de Kona— batió el récord de esta prueba con un crono de 7:51:13. Parecía improbable que alguien lo pudiera superar. Ni siquiera igualar. Sin embargo, en 2022, el triatleta de On Gustav Iden demostró que improbable no significa imposible. El noruego estableció un nuevo récord, rebajando el tiempo de su predecesor en casi 11 minutos (7:40:24).
Gustav hizo una buena natación y salió del agua con el primer grupo. Al finalizar el segmento de ciclismo, ya iba en tercera posición. Pero fue en la prueba final, el maratón, cuando su titánico esfuerzo cambió el Ironman de Kona para siempre.
A medida que Gustav ganaba puestos para ponerse en cabeza, pasó a otro campeón olímpico (y favorito en todas las quinielas para ganar en Kona): el también noruego Kristian Blummenfelt. A pesar de compartir patrocinadores, entrenadores y hasta sesiones de trabajo, daba la sensación de que, ese día, Gustav tenía un superpoder secreto. Y dejó también atrás a su compatriota.
Sin bajar el ritmo, a medida que surcaba interminables campos de lava, Gustav no tardó en adelantar a Sam Laidlow y ponerse en cabeza, una posición a la que ya no estaba dispuesto a renunciar hasta el final. Cuando por fin tomó en sus manos la cinta de meta, el tiempo de su maratón era de 2:36:15, otro récord de la prueba.
No cabe duda de que estos increíbles resultados son el fruto de años de duros entrenamientos y de una fortaleza mental con la que pocas personas cuentan. Pero, ese día, Gustav Iden tenía además otro as en la manga. O, más bien, en los pies: las zapatillas que lo catapultaron a lo alto del podio eran una adaptación de las Cloudboom Echo 3 de On. Y esta sería la primera y única vez que podría competir con ellas.
Un año después de aquella famosa victoria en el Mundial de Ironman, hablé con Gustav sobre esas zapatillas tan especiales.
“Fiché con On porque tenía un equipo estupendo dispuesto a darlo todo para lograr resultados —me cuenta Gustav—. Nunca me fijé mucho en otras marcas de calzado, pero desde que se lanzaron las primeras superzapatillas, me preocupaba que alguien descubriera la siguiente gran innovación; por eso no quería atarme a una única marca. Pero (con On) vi el enorme potencial de futuro, sobre todo por su equipo”.
“Gustav fichó por On solo seis semanas antes de la mítica prueba en Kona —recuerda Eric Hullegie, Innovation Concept Design Lead de On—. Hasta entonces, Gustav había competido con zapatillas de otra marca. Teníamos que ofrecerle una alternativa realmente rápida si queríamos convencerlo de que corriera con unas On en Kona. Y nos pusimos manos a la obra para crear las zapatillas más veloces antes de la gran prueba”.
Nuestro equipo ya estaba inmerso en la creación de la siguiente versión de las Cloudboom Echo 3, también conocidas como “superzapatillas” por su avanzada tecnología: hiperespuma Helion™ HF y una placa de carbono o Speedboard®. Ya se habían visto distintas versiones de estas zapatillas en competiciones de élite como el Maratón de Boston 2023, donde Hellen Obiri consiguió el primer puesto con ellas. Pero el equipo quería crear algo específico para Gustav, o mejor dicho, con Gustav.
“Sé que si me involucro en el proceso (de desarrollo del diseño), el resultado no será una zapatilla cualquiera. Serán unas zapatillas adaptadas a mí —explica Gustav—. Tenía claro que no aparecerían de la nada, como por arte de magia, así que estaba dispuesto a poner mi granito de arena para diseñar las mejores zapatillas del mundo”.
Nuestros equipos de diseño, desarrollo y producto se comprometieron a trabajar en los primeros prototipos lo más rápido posible.
“Nos preguntábamos cómo podíamos integrar ventajas adicionales para Gustav en la tecnología de las Cloudboom Echo 3. Le visitábamos durante sus entrenamientos una y otra vez, aparecíamos con distintas versiones de la zapatilla para que las probara”.
Para garantizar la imparcialidad de su feedback, el equipo nunca explicó a Gustav las diferencias entre las versiones. Estos esfuerzos fueron rápidamente anulados por la habilidad innata de Gustav para analizar sus movimientos y su rendimiento; sin duda, como resultado de años de extensas pruebas y entrenamientos.
“Dedico mucho tiempo a conocer mi cuerpo —asegura Gustav—. Con tantas sesiones de entrenamiento, he desarrollado un sexto sentido para entender la intensidad, la frecuencia cardiaca, la potencia, etc. Además, he probado muchísimas zapatillas durante todos estos años, y siempre me paro a analizar cómo me hacen sentir y qué tienen de especial. Por eso notaba enseguida cuál era la diferencia en cada versión de las Cloudboom Echo: cambios en la rigidez de la placa, en la densidad de la espuma, en la altura de la suela...”.
El equipo de Gustav, que incluye al reputado entrenador y científico deportivo Olav Aleksander Bu, es conocido por su meticuloso planteamiento científico. Las impresiones de Gustav fueron rápidamente respaldadas por los análisis de su equipo.
“Durante el proceso, trabajamos muy de cerca con Olav para comprobar que lo que sentía Gustav coincidía con los datos recogidos —dice Eric—. Cuando las impresiones de Gustav eran positivas, nueve de cada diez veces había una clara correlación con los resultados de las pruebas. En el momento en que notábamos que un prototipo prometía y empezaba a superar a las zapatillas de otras marcas, centrábamos nuestros esfuerzos en esa versión y la perfeccionábamos aún más”.
Era una carrera contrarreloj. Normalmente, diseñar, desarrollar y probar una zapatilla lleva años, especialmente si tiene que aguantar la exigencia de las carreras de resistencia de élite. Eric reconoce que tuvieron que olvidarse de los plazos habituales, poner sobre la mesa todo el conocimiento y experiencia del equipo On y asumir más riesgos de los habituales.
“Solo unas semanas antes del gran día en Kona conseguimos dar con lo que creíamos que serían las zapatillas de competición perfectas para Gustav. Aun así, no dejaba de ser un modelo que había sido testado mínimamente y que habíamos hecho a mano en el On Lab de Zúrich. Era un poco arriesgado, pero habíamos creado suficientes versiones y confiábamos en los resultados de las pruebas que habíamos llevado a cabo. Tras comprobarlo todo mil veces, estábamos satisfechos y convencidos de que aguantarían”.
Gustav no pensó que al competir con estas zapatillas pudiera jugársela; para él, se trataba de un riesgo calculado. “No tengo ningún problema en cambiar de planes si es para mejor. Siempre se asumen riesgos. Es lo mismo que usar cubiertas más finas en la bici para ir más rápido. Confío en que el karma esté de mi parte”.
El diseño de una zapatilla de competición debe cumplir ciertas normas. Una de las restricciones impuestas por la World Athletics (la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) afecta a la altura de la suela, es decir, el grosor de la entresuela que separa el pie del suelo. Si una zapatilla no está dentro de la norma, no puede utilizarse en las carreras oficiales de dicha asociación. Sin embargo, los triatlones de larga distancia, como el Mundial de Ironman de Kona, tienen su propia normativa y dejan la puerta abierta a la innovación, porque saben que puede ayudar a establecer nuevos estándares.
Teniendo esto muy presente, Eric y su equipo se propusieron poner a prueba los límites. “En las carreras de la World Athletics, la altura de la suela de una zapatilla no puede superar los 40 milímetros. Descubrimos que eso no se aplica a los triatlones de larga distancia, así que aprovechamos la oportunidad para experimentar y aumentarla”.
“Revisamos toda la normativa para asegurarnos de que Gustav no fuera descalificado y encontramos una especie de laguna legal de la que nadie era consciente”. Una entresuela más gruesa nos daba la opción de usar más espuma y lograr un mayor retorno de energía. Y la diferencia fue notable.
“De hecho, cambié mi estrategia de carrera para adaptarme a las zapatillas. Me ayudaron a ir más deprisa en las bajadas y en los tramos más rápidos y, cuando esto ocurre, no hace falta darle tanta caña. Sabía que nadie sería capaz de seguirme el ritmo una vez que saliera de Energy Lab (un conocido punto de referencia de la carrera de Kona). Pensé que si conseguía llegar hasta allí, iba a ganar la carrera”.
Pero no todo fue como la seda desde el principio. En los primeros entrenos de Gustav en Hawái, no tuvo la sensación de que supusieran un cambio definitivo. “Era mi primera vez en Kona. Al llegar, me di cuenta de que las carreteras costeras están ligeramente inclinadas. Me sentía raro con una suela de esa altura y con espuma adicional, como si corriera torcido; pero encontré suficientes zonas llanas en el asfalto y la sensación fue mejorando”.
El resultado de la carrera habla por sí solo y es un ejemplo de cómo la colaboración directa con los atletas, un aspecto clave para On a la hora de innovar, repercute positivamente en el diseño y el rendimiento de los productos.
Poco después de que Gustav batiera el récord, la federación de triatlón de larga distancia cambió las reglas y la laguna legal desapareció. El modelo exacto de zapatillas que Gustav llevó cuando se hizo con el título mundial no volverá a pisar una línea de salida. Pero el espíritu de su diseño aún sigue vivo en las Cloudboom Echo 3: creadas para competir al más alto nivel (sin saltarse las normas).
“Me da pena [no poder competir con ellas de nuevo], pero eso las convierte en un auténtico icono”, dice Gustav. Es divertido rozar los límites para saber lo que es posible. Así funciona la evolución (en el mundo de las zapatillas). No me gusta nada saltarme las reglas y creo firmemente en jugar limpio, pero esas zapatillas cumplían las normas de sobra. Al fin y al cabo, el deporte es para pasarlo bien. Y ¿qué hay más divertido que crear tus propias zapatillas?”.
“Me hace gracia que tuvieran que cambiar las normas por mí. Quizás la carrera fue tan buena que tuvieron que inventarse una nueva regla: ‘la Regla Iden’”, bromea Gustav antes de decirme adiós y volver a su entrenamiento para el siguiente gran objetivo: París 2024.