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En directo desde las On Track Nights

Cada primavera, algunos de los corredores más rápidos del mundo peregrinan a Los Ángeles: vienen de universidades de todo Estados Unidos, de los mejores grupos profesionales del país, de lugares tan remotos como Australia y Sudáfrica. Todos comparten un mismo sueño: correr más rápido de lo que se atreven a imaginar.

Texto: Katherine Turner

Hacía mucho tiempo que no participaba en una carrera de atletismo en California, pero al salir de la terminal del aeropuerto y adentrarme en la oscuridad de la noche, sentí la misma emoción que la primera vez. La pesada calidez del aire resultaba reconfortante, incluso con la ligera lluvia que empezaba a caer. Miré las palmeras que bordeaban la carretera, que me recordaban, como ya lo hicieron hace tantos años, que estaba muy lejos de casa.

Me dirigía al Mt. Sac, un estadio con una rica historia. La primera carrera Mt. Sac Relays se celebró en 1959, cuando un joven Bill Dellinger corrió las 2 millas en 8:48.2. Track and Field News lo declaró un éxito rotundo. En 1985, la Mt. Sac Relays se había convertido en la mayor carrera del mundo. Más de 9000 participantes salieron a la pista durante 6 días y 50 horas de competición. Y los logros en velocidad no cesaron: en el 2000, Bernard Lagat corrió una milla en 3:54.97 y el año pasado, Raevyn Rogers ganó los 800 m en 1:58.77.

En este evento, los competidores corren muy rápido. De hecho, en el famoso foro de atletismo Let's Run, hay gente que debate sobre si alguna pista californiana es más corta de lo normal. Y es que los participantes corren verdaderamente rápido. El récord estadounidense de 10 000 m de Chris Solinsky, 26:59.60, se estableció en la pista de Stanford en 2001. Puede que los aires de California tengan algo especial, aquí se logra lo imposible.

Pero, aunque las espectaculares carreras de distancia tienen una larga historia en este estado de la costa oeste norteamericana, yo me encontraba allí para ver algo totalmente nuevo. Los Ángeles es la primera parada de la edición inaugural de On Track Nights, una serie de cinco carreras que recorrerá el mundo desde la ciudad californiana hasta Melbourne, pasando por París y Viena. Porque, aunque los tiempos son más rápidos que nunca, el público ha ido disminuyendo. 

La joya de la corona de este deporte, los Juegos Olímpicos, sigue atrayendo a tantos aficionados como siempre, pero fue inquietante ver asientos vacíos en el estadio en los Campeonatos del Mundo del año pasado, el segundo acontecimiento más importante del calendario de atletismo. Está claro que algo tiene que cambiar, y ese es el objetivo de On Track Nights. Este evento, centrado casi exclusivamente en las carreras de distancia, promete combinar el atletismo de talla mundial con actividades atractivas para los espectadores, como camiones de comida, competiciones sociales e incluso un concierto a mitad de la carrera en Los Ángeles. Estaba impaciente por vivir todo aquello.

Llegué pronto a la pista con la esperanza de ver a algunos de los atletas antes de que se transformaran en personajes sobrehumanos e imponentes, como parece ocurrirles a los deportistas de élite. Quería sorprenderlos siendo aún seres humanos, haciendo las cosas que suele hacer todo corredor: trotar suavemente para recordar al cuerpo que hay trabajo por hacer, charlar con rivales que se han convertido en amigos, calmar los nervios. Pero cuando llegué al estadio Hilmer Lodge, ya se respiraba la electricidad previa a la carrera. 

Antes del comienzo de la competición de élite, se había programado una carrera social en el circuito corto con todo el equipo local de trabajadores y voluntarios. Se respiraba un ambiente muy animado. El público rodeaba la salida y la meta con campanas y banderas. Pude ver cómo los corredores alcanzaban la línea final a toda velocidad para desplomarse a continuación en la hierba. No fue el espectacular y fluido esfuerzo que vería más tarde en los profesionales, pero en cierto modo fue igual de mágico: algo auténtico, salvaje y, sobre todo, divertido. Era el esfuerzo de quienes han llegado al límite y lo han sobrepasado porque no han aprendido a tener miedo. Fue pura competición.

Después, los participantes se arremolinaron en grupos, compartiendo sus experiencias con sus compañeros de equipo. Entre risas, se animaron mutuamente y se recrearon en el cansancio posterior a la carrera. Antes de instalarse en las gradas, hicieron acopio de comida y bebida de los camiones disponibles al aire libre. Acababan de vivir una experiencia similar a la de los atletas de élite y ahora podían sentarse y disfrutar del encuentro.

El atletismo tiene fama de ser aburrido y lento. Todo son autoridades y formalidades, esperas excesivamente largas entre los momentos de acción y aplausos discretos. Esto fue todo lo contrario. Una vez que el encuentro se puso en marcha, las carreras se sucedieron con tanta rapidez que casi resultaba difícil seguir el ritmo. La pista se iba iluminando a la vez que los corredores daban vueltas y los cañones de vapor de agua estallaban en la recta final mientras los atletas luchaban por llegar a la meta.

Enseguida se vio quiénes eran las estrellas del espectáculo. El On Athletics Club, más conocido como OAC, se ha labrado una reputación como el equipo de carreras de distancia número uno de Estados Unidos. Sus atletas tienen fama de ser algo peculiares y divertidos fuera de la pista, pero dentro de ella son fieros competidores. Y los fans los adoran. George Beamish (en la foto de abajo) es una de las estrellas del grupo: un neozelandés amable y tímido que podría pasar por miembro de una boyband, hasta que lo ves correr, y enseguida te das cuenta de que el running es su vocación. Despega del suelo sin esfuerzo, con una zancada larga y fluida con la que devora la pista. 

Las barandillas de las gradas lucían carteles gigantes con la cara de George cuando este alcanzó la línea de meta de los 3000 m obstáculos. Se trataba solo de su segundo intento, pero dejó huella: superó al actual campeón de obstáculos de Estados Unidos. Después de la carrera firmó autógrafos y estrechó manos para deleite de los aficionados. Pero el OAC no había hecho más que empezar. Arrasaron en el podio en las tres pruebas siguientes.

En primer lugar, Yared Nuguse (en la foto de abajo a la izquierda), el corredor de milla más prometedor de Estados Unidos, logró imponerse en los 800 m. "El ganso está suelto", anunciaron sus fans en Twitter. A continuación, Sage Hurta (en la foto de abajo a la derecha) se hizo con la victoria en la milla métrica. Sage, que suele correr 800 m, bromeó después de la carrera diciendo que los 1500 m se le hacían largos. Por último, Josette Norris Andrews cerró la noche para el OAC con una impresionante marca de 14:43 en 5000 m, una actuación de categoría mundial.

Después de la carrera, Josette (en la foto de abajo) fue abordada por sus fans. Los estudiantes la rodeaban pidiéndole autógrafos y fotos. Un aficionado me mostró emocionado todas las firmas que había recogido, exclamando que había tenido "el mejor día de su vida". A diferencia de otros eventos deportivos, en los que parece que el público y los profesionales proceden de planetas distintos, On Track Nights no solo reduce la distancia entre aficionados y atletas, también permite que los fans de toda la vida conozcan caras nuevas. El sábado por la noche, una aficionada al atletismo al más puro estilo tradicional, con una camiseta de las Pruebas Olímpicas de 1992, estaba sentada hombro con hombro con un grupo de modernos runners de Los Ángeles. Todo esto aporta colorido y un toque divertido al evento. Un estudiante de instituto estaba sentado junto a una entrenadora legendaria. Las gradas eran un hervidero de corredores y aficionados, todos juntos disfrutando del atletismo. 

Mientras veía cómo los atletas disfrutaban de todo (los fans, los fuegos artificiales, la comida...) no pude evitar acordarme de mi propia experiencia en California. Por aquel entonces, yo participaba en atletismo y campo a través con la Universidad de Butler. Había dejado atrás mi vida en Inglaterra para adentrarme en las fauces del atletismo de la NCAA, un entorno despiadado y exigente. Mi carrera no fue nada del otro mundo: había estado enferma los días anteriores y me conformé con no haber hecho el ridículo. Lo que más recuerdo es la seriedad con la que me lo tomé todo y con la que sentí que tenía que tomármelo. Me encantaba el atletismo, pero solo me permitía ser feliz cuando corría bien y no porque representara la oportunidad de hacer algo que me encantaba y compartirlo con amigos. 

Ser testigo de On Track Nights me recordó algo fundamental: que la belleza de este deporte reside en practicarlo, en el esfuerzo, en la voluntad de profundizar en algo que es a la vez tan simple y tan complicado.

Lo que presencié en On Track Nights fue un nuevo modelo para vivir el atletismo: un modelo en el que hay espacio para que los atletas sean rápidos y también se diviertan y donde los aficionados puedan disfrutar de un ambiente festivo con actuaciones de talla mundial. Mientras el OAC hacía su ronda de firmas de carteles y vueltas de enfriamiento, comenzó el concierto. Tanto aficionados como atletas se movían al ritmo de la música: los que aún podían mover sus piernas bailaban y el resto del público hacía la ola con las manos. Podría parecer extraño que se celebre un concierto de música durante una carrera de atletismo, pero tiene todo el sentido del mundo. En un deporte como este, que rara vez es glamuroso y que exige un compromiso constante y trabajo duro, parece adecuado celebrar la carrera con una fiesta. Rápidos o lentos, decepcionados o eufóricos, todos formábamos parte de algo especial esa noche y merecía la pena celebrarlo.

Cuando la competición llegó a su fin, me quedé en la pista viendo a los atletas dar sus últimas vueltas, despedirse y poco a poco ir desapareciendo. Las carreras nos transforman. Tras una dura carrera, siempre te invade una sensación especial de ligereza. Las sonrisas, el compañerismo del esfuerzo... sea cual sea el resultado, al final nos sentimos mucho más ligeros. A veces nos olvidamos de que esta es la razón por la que todos corremos. Por eso surgieron las On Track Nights: para recordárnoslo.