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Ben Flanagan: “Nada es definitivo hasta el final”

El corredor profesional de On y miembro destacado del Very Nice Track Club nos habla de la familia, la flexibilidad y su estrategia para esta temporada.

Texto de Sheridan Wilbur. Fotografía de Kevin Morris y On.

Ben Flanagan es un buen tipo acostumbrado a llegar el primero. Este corredor canadiense de larga distancia ha ganado la Falmouth Road Race de Massachusetts en tres ocasiones, fue campeón de la NCAA en 2018 en 10 000 m y ostenta el récord de carrera en asfalto en 5000 m y 10 000 m en su país. Flanagan vive en Ann Arbor (Michigan) donde entrena con el Very Nice Track Club bajo la batuta de Ron Warhurst. “Me preparo para el éxito en un entorno que encaja no solo con mi estilo de entrenamiento, sino también con mi estilo de vida”, señala el atleta de 29 años. 

A principios del invierno, Flanagan hizo un tiempo de 13:04:62 en la Universidad de Boston. Fue la tercera marca más rápida en pista cubierta en la categoría masculina de la historia de Canadá, alcanzando así la mínima olímpica. Sin embargo, lo tiene muy claro: “No pienso depender de la suerte para convertirme en uno de los mejores atletas de Canadá”. Y es que hace tres años, Flanagan tuvo una carrera decisiva en la que hizo un tiempo de 13:20 y pensó que lo de Tokio estaba hecho. Sin embargo, apenas unos días antes de que se cerrara la ventana de clasificación, Lucas Bruca le superó con 13:12:56, haciéndose así con la última plaza disponible para Canadá. 

“Fue duro, estaba seguro de que lo lograría. Toda mi red de apoyo estaba convencida de que lo lograría”. Desde entonces, ha asumido la decepción. “Ese atleta se lo merecía más que yo; confié demasiado en que todo saliera como yo esperaba”. Flanagan, conocido por su carácter gregario, se muestra asertivo en cuanto a clasificarse para París. “Pienso ganarme esa plaza”. 

Durante la mayor parte de la carrera deportiva de Flanagan ha habido personas que le han servido de inspiración. Sus dos hermanas mayores, Kristen y Jamie, corrían en la modalidad de campo a través en el St. Mary’s High School de Kitchener (Ontario) y le animaron a unirse al equipo cuando tenía unos 14 años. “Gracias a un gran entrenamiento en un entorno divertido acabé enamorándome del deporte; se me daba muy bien”, comenta. Por eso entró en el Equipo Ontario y el Equipo Canadá siendo aún adolescente.

Tras acabar el instituto, Flanagan empezó a fijarse en modelos canadienses a seguir que destacaban en las ligas universitarias americanas. “Para mí, la NCAA era donde estaban los mejores atletas, los que entraban en equipos olímpicos y lograban grandes marcas en los Juegos”, explica. Una reflexión sobre los logros de atletas canadienses como Nathan Brannen o Kevin Sullivan, ambos antiguos jugadores de los Michigan Wolverines, le llevó a estudiar en esta afamada universidad pública para seguir sus pasos. 

“Fue uno de los momentos de mayor euforia de toda mi carrera deportiva”.

Sus primeros años en la Universidad de Michigan estuvieron marcados por diversos cambios de entrenador, reestructuraciones del programa y lesiones. Ya fuera por pura coincidencia o por avatares del destino, Sullivan, “un auténtico prodigio en Canadá” según Flanagan, acabó sustituyendo al entrenador que lo reclutó, Alex Gibby. “Nos costó un par de años encontrar nuestro ritmo —comenta sobre la llegada de Sullivan—. La magia empezó a surgir durante mi último año”. 

“Ganar la NCAA era un sueño inalcanzable”, dice Flanagan. Llegó a la final ocupando el puesto 23 de la clasificación de los 24 atletas sobre la pista, pero contaba con la confianza y la forma física necesarias para ganar. “La brecha que existe entre marcarte objetivos, saber de qué eres capaz y dar la talla puede resultar bastante abrumadora”. En la última recta, superó a Vincent Kiprop, de la Universidad de Alabama, y llegó el primero a la meta. “Fue uno de los momentos de mayor euforia de toda mi carrera deportiva”. 

Flanagan estaba que no se lo creía. Acabó gritando “¿Dónde está mi madre?” a las cámaras y ese momento se hizo viral. La mente agotada de Flanagan fue directa a su familia en las gradas de Hayward. “Me alegro de que pasara eso, porque mi madre me ha apoyado en todos los altibajos de mi carrera: se lo merecía más que nadie”. Durante los últimos cinco años, Flanagan ha mantenido el mote que le pusieron en aquella carrera (el “Niño de mamá de la NCAA”) en su bio de Instagram: su sentido del humor es tan brillante como su estrategia a la hora de correr. 

Pese a que la mayoría de los corredores profesionales más jóvenes corren en pista todo el tiempo que pueden, el paso a la competición sobre asfalto fue bastante sencillo para Flanagan. “Intenté mostrarme flexible cuando empezamos a negociar y les dije que podía ser el atleta que ellos quisieran y correr 5000 m, asfalto, maratones... Lo que hiciera falta”. A fin de cuentas, su objetivo era que lo ficharan como corredor profesional. En 2018 se ganó los galones quedando segundo en la Bix —una importante carrera sobre asfalto en Davenport (Iowa)— y triunfando en la prestigiosa Falmouth Road Race de Massachusetts.

Ahora, como corredor profesional de On, Flanagan ha vuelto a centrarse en la pista. “Creo que puedo triunfar sobre el asfalto, sobre todo cuando consiga ser más rápido en la pista”.

“Ir a una carrera, ganarla y volver con novia es el sueño de todo corredor: a mí me salió bastante bien la jugada”.

El amor, seguramente como el éxito deportivo de Flanagan, surge en los momentos más inesperados. En agosto de 2018, Flanagan, vestido con la equipación de Michigan, estaba esperando a la familia que lo acogería para la Falmouth Road Race, una tradición muy arraigada que consiste en alojar a los mejores participantes de la prueba. Sin embargo, esta no se presentó. Cuando Scott Ghelfi, el expresidente de la carrera, se enteró del apuro en el que estaba Flanagan, no dudó en ofrecerle su casa. La hija de Ghelfi, Hannah, jugaba al golf en la Universidad de Michigan en aquel momento, pero no se conocían. “Puede sonar escandaloso, pero así fue como la conocí. Conectamos inmediatamente”. Ahora están casados. 

“Ir a una carrera, ganarla y volver con novia es el sueño de todo corredor: a mí me salió bastante bien la jugada”, dice riéndose.

“No te pongas en cabeza hasta que sepas que vas a ganar”.

Flanagan es un tío legal, pero siempre tira de estrategia siguiendo los consejos de Sullivan: “No te pongas en cabeza hasta que sepas que vas a ganar”. Su estilo varía: puede mover ficha al principio o al final, dependiendo de la dinámica de la carrera. Su capacidad de reprimirse y apretar al final reside en su confianza: “A veces es un movimiento demasiado conservador. He perdido oportunidades por culpa de esta estrategia”. Este año, Flanagan está probando distintos estilos para correr lo más rápido posible con la esperanza de representar a Canadá este verano. Independientemente del plan de carrera, le gusta dar espectáculo, sobre todo cuando su familia y sus amigos están entre el público. En un entorno como este, dominado por las rivalidades y las mínimas, ¿hay margen para pasárselo bien?

“Los mejores atletas del mundo no tienen que elegir”, dice. 

Ahora que es profesional, Flanagan está en sintonía con la mejor versión de sí mismo. “Con el paso de los años, he tratado de hacer lo que mejor me va y darlo todo”. Cuando hablamos, está inmerso en un programa de entrenamiento de altura de seis semanas en Boulder (Colorado). Es la primera vez que entrena en estas circunstancias durante tanto tiempo para prepararse para los 5000 y los 10 000 metros esta temporada. Está entrenando más que nunca para “no escatimar esfuerzos”.  

Flanagan lleva en EE. UU. más de una década y su esposa es estadounidense, pero luce con orgullo la camiseta de Canadá (además de una hoja de arce tatuada en la pierna). “He recibido muchísimo apoyo por parte de la comunidad de corredores canadienses, y quiero devolverles todo lo que me han dado o involucrarme más a nivel local”. Ha participado en carreras populares en tiendas de running de Toronto y también ha sido guía para runners invidentes en la carrera de 5 km del Día de San Patricio para Achilles Canada, una organización dedicada a las personas con discapacidad visual. “Me ha hecho entender mejor a los atletas con esta discapacidad y valorar más su dedicación”. 

La simpatía de Flanagan le nace de dentro. Tomarse descansos de la pista para devolver a su comunidad todo lo que esta le ha dado es un trabajo que le aporta aún más que las medallas. “A veces tienes que recortar, y yo he tenido que perderme algunas pruebas porque entran en conflicto con puntos importantes de mi entrenamiento o con carreras, pero siempre que puedo ir, lo hago encantado”. 

Cuando Flanagan compite en la escena mundial, siempre tiene cerca a su familia. “Siempre han estado a mi lado”, señala agradeciendo su apoyo incondicional. 

“Nada es definitivo hasta el final, tienes que estar preparado para todo”.

Espoleado por la frustración de ver los Juegos de Tokio desde el sofá y de perderse la final del Mundial en Budapest el verano pasado [2023], Flanagan está “muy motivado” para conseguir que este sea su mejor año. “No es habitual bajar de distancia \[a los 5000 m], pero es la prueba en la que mis habilidades mejor encajan con el estilo de entrenamiento de Ron”. Seguirá compitiendo en 10 000 m y tratando de entrar en el equipo de Canadá, pero “mi prioridad son los 5000 m y centrarme en el maratón a largo plazo después de 2024”. 


Pero Flanagan quiere hacer algo más que llegar a la mínima: quiere ser competitivo esta temporada. “Sería increíble superar mi marca de 13:04”, dice. 


Al final, sabe que cuando más rinde es cuando mantiene la compostura. “Estoy haciendo todo lo que puedo para entrar en el equipo. Nada es definitivo hasta el final. Tienes que estar preparado para todo”.