

Aunque ya ha subido a lo más alto del podio, Langridge tiene la mirada puesta en objetivos a largo plazo: conoce a la metódica triatleta de On que no cree en los atajos para llegar a las medallas.
Texto de Laura Markwardt. Fotografía de Korupt Vision y Billy Harriss.
Cuando está dormida, la triatleta de On Fenella Langridge sueña con la competición: “Es esa clase de sueños en los que no consigues entrar en meta, o por alguna razón llegas tarde a la salida. O tomas la salida pero por mucho que te esfuerces no lo consigues”.
Pero cuando está despierta, la misma fuerza y dedicación que la llevan al podio le sirven para hacer frente a las pocas circunstancias que escapan a su control.
La atleta británica se dedicó a coleccionar medallas de triatlones de media distancia durante los últimos cinco años, antes de tantear el terreno con el Ironman (3,8 km de nado, 180 km de bici y 42,2 km corriendo).
En 2022, Langridge participó en el Campeonato Mundial de Ironman en Kona (Hawái), una de las citas más emblemáticas en la agenda de cualquier triatleta y conocida por garantizar lágrimas de dolor y de alegría sazonadas con feroces vientos laterales. A pesar del gran número de participantes, terminó en sexto lugar con un crono impresionante: 8 horas, 56 minutos y 26 segundos.
“Fue espectacular acabar segunda en el Challenge Roth en Alemania en 2022 \[8:31:41] y sexta en Kona ese mismo año —recuerda Langridge—. Fue pura pasión y disfrute. Me encantó demostrar que se puede competir al más alto nivel sin dejar de lado la diversión”.
Después, en el Mundial de Ironman de 2023, Langridge volvió a lograr un ritmo vertiginoso. Pero se colocó en el trigésimo puesto.
“Tomé una mala decisión al principio de la natación, pero no fue el fin del mundo porque logré remontar en la bici. Luego, me empezó a doler la cadera y no pude darle la caña que quería. Me obsesioné y no dejé de pensar en eso”.
A medida que el dolor se intensificaba y la velocidad disminuía, Langridge trató de distraerse. Pensó que terminar el segmento de bici (un recorrido de ida y vuelta) sería más rápido que abandonar allí mismo y tener que volver andando.
“Hacía más viento en el recorrido de vuelta. Además, me daba de cara y estaba yo sola, así que se me hizo eterno; tuve mucho tiempo para pensar”.
Su determinación, sumada a la motivación universal de no querer tirar la toalla delante de tus rivales, empujó a Langridge a continuar con el maratón tras bajarse de la bici. Fue allí donde vio a su pareja y entrenador, Billy Harriss, y a sus amigos entre el público. Y una oleada de emociones la transportó hasta la línea de meta.
La experiencia de Langridge y su fuerza de voluntad para terminar ese último segmento recuerdan a la filosofía de Chelsea Sodaro, triatleta de On y ganadora del Campeonato Mundial de Ironman de 2022, que en una conversación con Rich Roll en 2023 dijo que “lo que te hace una campeona de verdad es dar lo mejor de ti incluso cuando ves que la victoria se te escapa de las manos”.
Hoy, Langridge analiza las suertes tan dispares de esas carreras en su justo contexto: “Está claro que quiero competir al máximo nivel, pero no estoy aquí de paso; he llegado para quedarme y quiero disfrutar de la experiencia”.
Su visión del éxito a largo plazo y una percepción flexible de su identidad conforman su visión holística en cuanto a lo que puede ofrecer el deporte, más allá de su impresionante colección de medallas.
Cuando hablo con ella, Langridge está probando a entrenar en un sitio nuevo: Noosa, una comarca en la costa australiana de Queensland que invita a estar al aire libre. Su plan es quedarse allí unos meses.
“Después de competir en Hawái el año pasado, Bill y yo decidimos venir a Australia, que estaba mucho más cerca que el Reino Unido. Me he enamorado de este sitio, y la conciliación entre el trabajo y la vida personal es perfecta”.
Esta capacidad de buscar oportunidades es lo que mantiene su actitud positiva: “Quiero disfrutarlo y hacer que dure. Es emocionante ver hasta dónde puedo llegar trabajando duro, y eso irá evolucionando a medida que yo también lo haga”.
Unas semanas después de charlar con ella, Langridge me informa de que está entrenando muchísimo con el equipo de natación de Noosa, liderado por el galardonado entrenador John Rodgers. En solo 20 días, ha nadado 95 km. No solo lo está disfrutando, sino que también está perfeccionando su técnica en el agua.
Además, cierra su temporada de competiciones de 2023 en Australia por todo lo alto: llevándose la plata en el Ironman de media distancia de Camberra [4:20:57] y exhibiendo un talento sobrehumano al hacerse con el oro en el Ironman de Oceanía \[8:29:43], su primera victoria profesional en un Ironman. Tuvo energía hasta para dedicar unos pasos de baile a sus fans durante la carrera.
Cuando se sube al avión que la llevará de vuelta al Reino Unido, Langridge sigue procesando la estela de gloria que ha dejado tras de sí:
“Ha sido un buen año, como una montaña rusa cargada de emociones y sensaciones a lo largo de toda la temporada. Y entonces, cuando menos me lo espero, ‘zas’: justo antes de cerrar el año, me llega el escurridizo oro del Ironman. Ahora mismo, estoy disfrutando del presente y del buen rollo”.
Langridge cree que su capacidad para levantarse después de un fracaso viene de sus años de infancia y adolescencia, en los que hacía deporte por diversión. Le gustaba nadar y tenía un don para correr, pero no era demasiado competitiva: “Solo lo hacía para divertirme, estar activa y pasar tiempo con mis amigos”.
Criada en el suroeste de Inglaterra, durante sus años de estudiante vivió con su madre en una casa encima de un pub rural. En la Universidad de Cardiff entró en el programa de desarrollo de triatlón de Gales, donde su antiguo e increíble entrenador, Andy Lane, le enseñó las bases científicas del entrenamiento de élite.
En aquella época, Langridge estaba centrada en las competiciones ciclistas con drafting \[carreras rápidas en pelotón para aprovechar el rebufo de quienes van delante y minimizar la resistencia al viento] y llegó a cumplir los criterios de selección para el campeonato mundial. Después de Cardiff, siguió entrenando en el campus de la Universidad de Bath y en campamentos para atletas bajo el cálido sol de Lanzarote. “Los campus de entrenamiento son mucho más eficientes en cuestión de tiempo y energía —afirma—; los días son más largos, con más luz. Ganas un tiempo precioso y cuesta menos recuperarse”.
Langridge, que ahora tiene 31 años, se pasó al triatlón de competición a los veintipocos, relativamente tarde si se compara con muchas atletas de esta disciplina. Para ella, siempre en busca de aventura, fue un progreso gradual. Está convencida de que siempre hay nuevos objetivos que marcarse para el futuro: “Tú vas más rápido, pero nunca es más fácil. Tienes que seguir esforzándote al máximo”, explica.
A pesar de su actitud serena y esa mentalidad de esforzarse a tope, reconoce que el éxito radica en dedicar tiempo a recuperarse en condiciones para poder encontrar el equilibrio.
“Me sigue costando quedarme sentada sin hacer nada, pero me he esforzado por mejorar. Una de las cosas que me ayuda a desconectar es hacer repostería. Solo hace falta un poco de azúcar, un poco de esto, un poco de aquello y algo que lo ligue todo”.
A Langridge le parece mágico que mezclar unos simples ingredientes en las cantidades justas produzca resultados tan sensacionales. La conexión entre una receta de cocina y su rutina diaria de entrenamiento es obvia: todo en su justa medida.
Muchas de sus creaciones culinarias acaban en las casas de sus vecinos, así que no es de extrañar que sea muy querida en su barrio. Puede que su tiempo de descanso suene muy relajante, pero su disciplina no es ninguna broma:
“Por separado, los sacrificios parecen insignificantes, pero todos los días hago muchas de esas cosas ‘insignificantes’, ya sea consciente o inconscientemente, para llegar al entrenamiento en condiciones óptimas. Espero que, con el tiempo, esto se traduzca en resultados consistentes el día de la carrera”.
Cuando vuelvo al tema de sus planes para el futuro a largo plazo, Langridge se ríe. Es difícil mirar más allá de su próxima carrera, pero quedarse en el mundo del deporte, quizás como mentora o entrenadora, le llama la atención: “Lo mismo hasta me gustaría tener un café con un estudio para hacer yoga y bicicleta. Y servir tartas ricas, algo por el estilo”.
La energía que dedica a prepararse para cada carrera es excepcional, pero su principal objetivo es “que esto no me impida seguir siendo feliz y disfrutando de la competición. Tú tienes el poder de decidir lo que quieres sacar del deporte”.
La salud y la felicidad son lo más importante y, por eso, la comunidad de triatlón significa mucho para Langridge. “Me encanta ver a otras atletas disfrutando de las carreras. Incluso en Kona 2023, cuando yo estaba en el peor momento de la competición, animé a otras mujeres y vi cómo les brillaban los ojos de entusiasmo. “Su éxito y su energía me motivan a marcarme objetivos más ambiciosos”.
Langridge sigue teniendo sueños en los que “nunca llega”, y de eso se trata, porque “la victoria nunca está garantizada y no se da por sentada”.
Tanto la felicidad durante el proceso como el deseo de tener una trayectoria de largo recorrido se anteponen a las medallas, incluso a finales de 2023, cuando terminó la temporada con el oro en el Ironman de Oceanía. Una profesional consumada, Langridge es el claro ejemplo de que cuando se trabaja en su justa medida, los triunfos acaban llegando.
“Me hace feliz asumir retos —sonríe—. Por eso siempre vuelvo a por más”.