Ir al contenido principal

On App

Ropa y Calzado Tecnico Suizo

Querido eco: Hellen Obiri

La estrella keniana, Hellen Obiri, corre su tercer maratón tan solo un año después de iniciarse en esta distancia. Su objetivo: hacerse con el oro en una de las carreras más emblemáticas del mundo.

Texto de Sarah Gearhart. Fotografía de Colin Wong.

Hellen Obiri logró ganar en la categoría femenina el maratón de la ciudad de Nueva York el pasado 5 de noviembre de 2023, con un tiempo de 2 h, 27 minutos y 23 segundos.

La visión de una campeona

La curiosidad de Hellen Obiri continúa guiándola por nuevos y osados caminos, y en el panorama del running mundial, no hay ruta más audaz que superar el maratón. Pero esta estrella keniana del atletismo no se conforma con llegar a la línea de meta. Quiere ganar tantas veces como oportunidades tenga de estar en la línea de salida. 


Cuando Hellen Obiri corre, la perfecta cadencia de sus movimientos hace que parezca incansable. Su cuerpo sabe instintivamente qué hacer, bombeando sus piernas y pulmones con una combinación de velocidad y resistencia prácticamente inigualables. Es lo que la ha impulsado a lo más alto del podio durante toda su carrera deportiva y la ha convertido en una de las más destacadas corredoras del atletismo actual. 


En un nuevo capítulo de su carrera como atleta, el pasado otoño Obiri dio el salto al maratón, una ambición que tenía desde 2011. Su talento para el atletismo la ha situado rápidamente en el escalón más alto de la élite femenina. En su segundo intento por competir en esta distancia, este año ganó el de Boston, el maratón internacional más antiguo del mundo y una de las carreras de larga distancia más prestigiosas del calendario. Obiri es, sencillamente, una atleta de nivel superior, del más alto calibre. 


Ahora, ha centrado toda su atención en prepararse para el maratón de la ciudad de Nueva York, que tendrá lugar el 5 de noviembre de 2023. Son las 8 de la mañana de un frío y soleado jueves de octubre y solo faltan cuatro semanas para la carrera. Obiri mantiene la mirada concentrada, mientras sus pies la impulsan desde la superficie de la pista del instituto Niwot High School, en las afueras de Boulder, Colorado. 


Antes de llegar a la pista, Obiri empezó el día junto a su hija Tania, de ocho años, quien dice que es su motivación diaria. Este entrenamiento de velocidad, una de las dos sesiones de hoy, incluye repeticiones de 200 metros a 33 segundos cada una, seguidas de 1600 m cinco veces a un ritmo aproximado de cinco minutos y 13 segundos. Ese es, al menos, el objetivo. A Obiri le gusta correr rápido, a menudo por encima de los ritmos de entrenamiento prescritos. Incluyendo el calentamiento y el enfriamiento, este entrenamiento equivale a medio maratón; eso un día después de haber corrido unos 19 kilómetros como carrera de recuperación.

Los 8 ºC del aire hacen visible el aliento de Obiri, que corre por la pista con una zancada amplia y potente. Hellen lleva ya dos horas despierta. De hecho, la mayoría de los días de la semana se levanta a las 5:30 de la mañana, después de dormir nueve horas para recuperarse de intensas sesiones de entrenamiento como esta y de las carreras largas, que a menudo superan los 34 kilómetros. 

Para destacar en la disciplina del maratón, un total de 42,2 kilómetros, su cuerpo tiene que someterse a un tremendo esfuerzo. "Es una diferencia muy grande", dice Obiri, comparando el entrenamiento para el maratón con el de la competición en pista. Cuando era una atleta de pista solía hacer menos de 130 kilómetros a la semana, pero ahora hace más de 200 kilómetros en siete días, además de entrenar la fuerza. Una idea tiene muy clara: "Si quieres ser una buena atleta", dice Obiri, "la disciplina es la clave".

"Si quieres ser una buena atleta, la disciplina es la clave"

Y afirma que es una cualidad imprescindible para prepararse ante el mayor maratón del mundo, el de la ciudad de Nueva York, que atrae a los participantes más competitivos de esta disciplina. El recorrido, repleto de desniveles, comienza en Staten Island y atraviesa los cinco distritos de la ciudad. Según Obiri, es el tipo de experiencia que te enseña humildad a la hora de medir tus capacidades. Lo aprendió el pasado noviembre, cuando debutó como maratoniana en esta carrera y las cosas no fueron exactamente como había planeado. Hacía un calor inusual para esa época del año. Aún no había perfeccionado su estrategia de hidratación y nutrición, y se saltó un avituallamiento clave de líquidos al final de la carrera. Aunque terminó en sexto lugar, con un tiempo de 2:25:49, tuvo que ser trasladada en silla de ruedas. 

"He aprendido de mis errores", dice Obiri al recordar sus comienzos en esta prueba. Señala que es importante empezar a hidratarse pronto y hacerlo a menudo, así como evitar ir en la cabeza del pelotón. 

Casi un año después de aquella experiencia, Obiri está lista para presentarse en la línea de salida otra vez, más preparada que nunca. Se incorpora a la élite del running como actual campeona en Boston y como una mujer que ha perfeccionado el arte de la paciencia que esta disciplina requiere. A pesar de todos sus éxitos en la pista, Obiri cree que el maratón es su verdadera vocación.

"He aprendido de mis errores"

El pasado septiembre, apenas siete semanas antes de su debut en Nueva York, Obiri se trasladó a Boulder (Colorado) para entrenarse bajo la dirección experta de Dathan Ritzenhein, excorredor profesional que se retiró en 2020 siendo el cuarto maratoniano más rápido de la historia de Estados Unidos. Ritzenhein tomó las riendas como entrenador jefe del On Athletics Club (OAC), un grupo de entrenamiento de atletas de fondo profesionales patrocinados por On y con sede en Boulder. 

Cuando le preguntamos por qué se trasladó al otro lado del mundo para continuar su carrera deportiva junto a su marido Tom Nyaundi y su hija, Obiri nos responde con voz suave: "Oportunidades: instalaciones, zapatillas de entrenamiento, un gimnasio, entrenadores, un equipo de apoyo". Este nivel de vida en Colorado era un cambio que Obiri consideraba necesario para perseguir sus ambiciosos objetivos. Entre ellos, correr los seis Grandes Maratones mundiales, la serie de carreras de fondo más prestigiosa y famosa del mundo: Tokio, Boston, Londres, Berlín, Chicago y Nueva York. 

Obiri también habla de otro objetivo en un futuro no tan lejano: ganar una medalla de oro olímpica. Quiere intentar conseguirla en la prueba de maratón de los Juegos Olímpicos de París 2024, pero antes debe ser seleccionada para formar parte del equipo olímpico de Kenia. Su rendimiento en Nueva York influirá mucho en eso. Y tras su victoria en Boston en abril, Obiri ha demostrado que puede competir con los mejores atletas del mundo en una de las pruebas más duras y exigentes de esta disciplina. 

Por eso está aquí, a 1645 m sobre el nivel del mar, en Boulder y a miles de kilómetros de su hogar en las afueras de Nairobi (Kenia), trabajando en silencio para convertirse en una versión mejor y más fuerte de sí misma. Obiri afirma que vivir en Estados Unidos es un trampolín hacia algo más grande.  

Pero la grandeza es algo que Obiri ya conoce; tiene numerosos galardones a sus espaldas: campeona del mundo de cross, campeona del mundo en pista cubierta (3000 m), cinco veces campeona nacional, tres participaciones olímpicas complementadas con dos medallas de plata en los 5000 m. Y ahora que tiene 33 años, quiere conseguir aún más. La mente de esta campeona no descansa; al contrario, sigue sin perder la curiosidad y sigue dispuesta a afrontar cualquier reto. 

Lo cierto es que Obiri ha sido así desde que empezó a correr cuando tenía 13 años en Boginchoncho, el pueblo al suroeste de Kenia donde creció. Y utiliza la palabra "pobre" para describir el entorno en que se crió, la cuarta en una familia de seis hermanos. Para ella era algo normal ir a la escuela descalza y hambrienta, y recorrer más de 12 km entre ida y vuelta. Su familia vivía en una choza de barro en un pequeño terreno y vendía plátanos, tomates y otras verduras para subsistir. Obiri aún recuerda la tensión en la espalda y la opresión en los hombros cuando cargaba a diario varios litros de agua cuesta arriba desde un río cercano para que sus hermanos y sus padres pudieran hervirla para beber y cocinar. 

"Si hubiera tenido una vida más fácil y cómoda de joven, no hubiera podido ser runner", dice Obiri.

Comprendió muy pronto que el trabajo duro sería el camino hacia el éxito, y eso ha forjado su carácter a lo largo de los años. En su lugar de origen, Obiri es algo fuera de lo normal. "No tenemos tantos atletas", dice. "Cuando vuelvo a casa, incluso ahora, la gente me pregunta por qué corro. De donde yo vengo no sabemos nada de deportes". 

Obiri pertenece a los kisii, un grupo étnico conocido por sus trabajos artesanales en esteatita y por cultivar plátanos. A diferencia del pueblo kalenjin, famoso por ser cuna de algunos de los corredores de fondo más importantes del mundo (como el campeón olímpico de maratón Eliud Kipchoge), históricamente pocos corredores de talla mundial proceden de la tribu de Obiri. Naftali Temu, que ganó la primera medalla de oro de Kenia en los Juegos Olímpicos de México 1968 en los 10 000 m masculinos, es una excepción. La falta de mentores durante su infancia obligó a Obiri a apoyarse en sí misma para sacar adelante su talento. 

"Cuando vuelvo a casa, incluso ahora, la gente me pregunta por qué corro. De donde yo vengo no sabemos nada de deportes"

Antes de convertirse en atleta profesional, Obiri aspiraba a servir como soldado, y en 2008 se alistó en las fuerzas armadas de Kenia. Esto le permitió ganarse la vida para ayudar a su familia y ahorrar lo suficiente para trasladarse a Ngong, al sur de Nairobi, donde pudo entrenarse con otros atletas de élite. Durante todo ese tiempo, Obiri no perdió de vista a las atletas que admiraba, como la campeona olímpica y mundial Vivian Cheruiyot, que sigue siendo uno de sus modelos a seguir. Obiri admira la tenacidad y la ambición de Cheruiyot, y es lo que ella también espera inspirar a otras mujeres y chicas jóvenes de todo el mundo. 

Su forma de correr es prueba de su confianza en sí misma y de su capacidad. A medida que avanza por la pista, agitando los brazos tras el pacer eritreo, su respiración se hace inaudible. Ritzenhein afirma que Obiri es mucho más fuerte y rápida desde su debut en el maratón, en la ciudad de Nueva York, y desde que ganó en Boston. Esto ha creado lo que él describe como "un dilema asombroso": encontrar pacers que puedan seguirle el ritmo durante los entrenamientos.

"Intenté hacerlo yo, y me lesioné el año pasado", dice Ritzenhein, riendo. "Encontramos a alguien bastante fiable, un keniano. Es bueno para alrededor del 70% de los entrenamientos". Pero entonces Obiri empieza a despegar, dejando atrás a quienes no pueden mantener su ritmo, dice Ritzenhein. "Es una gran competidora", añade. 

Obiri sonríe ampliamente al mencionar su apodo, la “leona de Kenia”. "Tengo una gran fortaleza mental", afirma. “Si alguien te dice que no puedes, tú di que puedes”.