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By Way of Us: a golpe de raqueta

La historia de cómo Sarah Kim creó un espacio seguro y una comunidad en la pista de tenis en una época de creciente violencia contra los estadounidenses de origen asiático.

Como muchos dúos de hermanas deportistas, de pequeñas nos hacíamos llamar Venus y Serena. Nuestro apellido era Kim, no Williams, pero eso era lo de menos.

Ya no nos encasillarían como la niña de la película Una pareja explosiva que canta “Fantasy” de Mariah Carey o como la patinadora artística Kristie Yamaguchi. Soñábamos con seguir sus pasos y convertirnos en las hermanas campeonas de los Grand Slams, compitiendo entre nosotras en las finales individuales o ganando a quien estuviera al otro lado de la red como el mejor equipo de dobles. 

En la pista, podía ser quien yo quisiera. En el instituto, fui la chica coreana-estadounidense extrovertida y "buena", así que ansiaba la oportunidad de meterme en la piel de algunas de las personalidades del tenis. Andre Agassi demostró que se podía ser expresivo y el "chico malo" con vaqueros lavados al ácido. Recuerdo a Michael Chang, un joven ganador de un Grand Slam; solo con oír su apellido ya se me iluminaba la cara. Serena y Venus eran nuestros modelos a seguir: negras, mujeres, poderosas: eran una anomalía más que bienvenida en la pista. Anna Kournikova se adueñó de la era de las chicas sexis del tenis con su estilo y su actitud. Luego llegó Maria Sharapova, transparente y concisa. Billie Jean King y Martina Navratilova allanaron el camino para que jugadoras como Coco Gauff y Naomi Osaka utilizaran el tenis como plataforma para la defensa de la salud mental y el cambio social. La diversidad de personalidades, caracteres, estilos y culturas en la pista me demostró que también había espacio para mí.

Pero esa libertad de expresión rara vez se sale de las líneas de la cancha. Cuando los orígenes del coronavirus se vincularon a una sola ciudad china, toda la población con orígenes del Sureste Asiático se vio afectada. A la gente le gusta tener a alguien a quien echar la culpa. Según un estudio realizado por la Universidad Estatal de California, los delitos de odio aumentaron un 339% en Estados Unidos entre 2021 y 2022. A medida que aumentaban los delitos, también lo hacía mi propia conciencia de lo que se sentía al ser un objetivo. Como persona de color, las microagresiones son una realidad desafortunada de lo que significa existir, pero ahora se mezclaban con la ira y el miedo. Un miedo que nunca antes había sentido. Desarrollé una nueva empatía por mis hermanos y hermanas negras.

Me entraron ganas de salir a la calle y ser un pilar para mi comunidad, de tener confianza en mí misma y denunciar el odio mostrándome sin complejos. Así que recurrí al tenis. No era lo mismo, nada lo fue durante mucho tiempo. Un jugador del club de tenis no quiso darme la mano cuando nos presentaron. Quizá era una persona vulnerable y quería tener cuidado. O quizá era por el sudor. O quizá porque yo era coreana. Pero en la pista encontraba alivio y libertad. Eso es lo bonito del deporte, que desplaza toda tu atención a la velocidad a la que llega la volea o a si puedes llegar a la dejada. No cambia la realidad, no minimiza el odio, pero limita tus pensamientos al aquí y al ahora.

Después de estar tanto tiempo encerrada en casa, me apetecía tener contacto con la gente. Por eso creé By Way of Us, una serie de eventos para mujeres que aspira a crear una comunidad real. En pocos meses, ya estábamos organizando talleres para mujeres emprendedoras, sesiones de terapia de grupo para madres, noches de catas de vinos para principiantes, espectáculos de comedia y partidos de tenis informales para mujeres.

Sí, los partidos informales son exactamente lo que parecen: jugar al tenis de una forma divertida y amigable. Algunas mujeres llevan años jugando, pero pelotean tranquilamente con otras que están descubriendo el poder de una raqueta por primera vez. Hay mamás primerizas que solo necesitan sentir el subidón de un buen remate. Una amiga que está luchando contra el cáncer vino buscando una vía de escape y motivación para recuperarse. En la pista, podemos sentirnos seguras y bienvenidas.

Ser una tenista asiático-americana supone cumplir el sueño que tenía a los 12 años. Quiero que me reconozcan por ser auténtica y no tener complejos. Quiero ser como Serena y Venus, pero a mi manera. Mi camino para lograrlo es mi comunidad. Crearla ha llevado tiempo, hay que ganársela, cuidarla y cultivarla.

Pero, en la cancha, esta comunidad florece.

Si quieres leer más historias como esta, echa un vistazo a nuestra revista coleccionable OFF Magazine. Este artículo es un adelanto del próximo número de OFF Magazine: Issue 04.

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