

Martin Schulz ganó el oro en paratriatlón en 2012 y 2016, convirtiéndose en una inspiración para el deporte adaptado. Antes de la prueba cumbre de la temporada, nos cuenta cómo.
Texto de Robert Birnbaum. Fotografía de Daniel Vázquez.
[Septiembre de 2024: Martin Schulz se alza con el bronce en triatlón en la categoría PTS5 en los Juegos Paralímpicos con un tiempo de 59:19].
“Solo tengo que esforzarme un poco más, puede que así logre superar al resto”.
Martin Schulz nació sin el antebrazo izquierdo, pero desde niño demostró tener una voluntad de hierro. Lo que aún no sabía era que su perseverancia lo convertiría en el paratriatleta de mayor éxito del mundo.
“Siempre me ha gustado hacer ejercicio, desde pequeño. A pesar de mi discapacidad, siempre fui uno de los mejores de la clase de Gimnasia. Si no podía hacer algo, yo nunca lo achacaba a eso”.
Hoy, este deportista alemán cuenta con dos medallas de oro en los Juegos Paralímpicos, cuatro Campeonatos del Mundo y once Campeonatos de Europa en su palmarés, que no para de crecer. Sin embargo, Schulz no comenzó su carrera deportiva como paratriatleta, sino en la piscina.
“Mis padres querían que aprendiera a valerme por mí mismo desde pequeño, así que empecé a tomar clases de natación a los cinco años: fui el primero del grupo en aprender a nadar. Mi monitor enseguida vio mi talento, y no tardé en participar en competiciones regionales y nacionales”.
La trayectoria deportiva de Schulz no perseguía ningún objetivo ambicioso de primeras, pero cualquiera que lo viera sabía que estos no tardarían en llegar.
“Por aquel entonces, nadar a nivel competitivo no entraba en mis planes: mis padres solo querían que hiciera ejercicio, y la verdad es que nadar es un ejercicio muy completo. En algún momento, entré en contacto con el deporte paralímpico y así es como di el salto del equipo federal a la selección nacional juvenil. A los 14 años empecé a estudiar en un instituto especializado en deportes y ahí empezó mi viaje: así pasé de nadar a participar en unos Juegos Paralímpicos”.
En 2012, Schulz fue seleccionado para representar a Alemania como nadador en Londres. Él describe este momento como algo “no demasiado exitoso, pero se trata de una experiencia que jamás olvidaré”.
“Había luchado durante muchos años para llegar hasta allí, pero cuando por fin lo logré, me sentí abrumado: el evento era enorme y las gradas estaban abarrotadas. No pude cumplir mis propias expectativas por mi falta de experiencia y mi exceso de ambición”.
Schulz había decidido centrarse en su futuro cuando, en 2016, el triatlón se convirtió en deporte paralímpico. Pese a que sus entrenamientos estaban dedicados por entero a la natación, este deporte ocupaba un lugar muy especial en su corazón.
“Cuando tenía solo 14 años, mi tío decidió llevarme a su último triatlón. Él pensaba que solo asistiría como espectador, pero cuando vino a recogerme el domingo por la mañana, yo le estaba esperando en la puerta en la bici con intención de participar. Conseguí ser el primero en mi categoría con un equipamiento deficiente y sin antebrazo izquierdo, así que la gente empezó a fijarse en mí”.
Al oír que el triatlón se convertiría en deporte paralímpico, Schulz quiso “ver en qué punto estaba". Sin ningún entrenamiento específico pero con un potencial de rendimiento excepcional, acabó compitiendo en los Campeonatos Europeos. ¿El resultado? Medalla de oro... y sacándole más de tres minutos de ventaja al segundo. A pesar de su éxito precoz, cambiar la natación por el triatlón no fue una decisión nada fácil.
"Había invertido mucho en la natación, pero empezar con el triatlón fue la decisión adecuada: no solo se me daba mejor, también me gustaba más. Siempre quise ser bueno en todos los deportes, en todas las disciplinas, y un deporte con tres disciplinas distintas se presta mucho a eso. Desde el principio, yo era mejor con la bici que otras personas que llevaban años practicando. El talento y el motor estaban ahí, solo tenía que adaptarlos un poco a las exigencias del triatlón".
El éxito de Schulz en el paratriatlón no pasó desapercibido: en la liga nacional alemana de triatlón tuvo grandes actuaciones que contribuyeron al ascenso a Primera del equipo.
“También competía en la categoría principal y solía quedar en puestos intermedios... para frustración de muchos triatletas sin discapacidad de quienes sus entrenadores se burlaban cuando yo les ganaba en natación. Además de entrenamiento, hace falta un gran talento para competir a pesar de las limitaciones”.
“De entrada tenía buenas constantes fisiológicas para los deportes de resistencia, pero es que además tengo una voluntad de hierro a la hora de entrenar. Quiero seguir evolucionando y ver qué ajustes puedo seguir haciendo, pero no quiero entrenar a ciegas. En lugar de eso, redoblo esfuerzos para pulir esos detalles que acaban marcando la diferencia”.
A pesar de su alto nivel de resistencia, la transformación de Schulz de nadador a triatleta aún no estaba completa; equilibrar su rendimiento en las tres disciplinas fue un proceso gradual.
“Al principio, sobre todo, tuve que trabajar en mi técnica de carrera. Mi cuerpo necesitaba tiempo para adaptarse al esfuerzo que supone, y ahí fue cuando empecé a volcarme más en el ciclismo y la natación. Hoy, en cambio, trato de trabajar meticulosamente en las tres áreas. Por mucho que cueste, hay que centrarse en las debilidades”.
Como paratriatleta de sprint, Schulz nada 750 m antes de completar un circuito de 20 km en bici, y todo esto tratando de conservar la energía suficiente para una carrera de 5 km a la velocidad del rayo.
“Siempre hay que conservar una visión de conjunto. No puedes permitirte debilidad en ninguna disciplina, pero al final todo se decide en la carrera”.
Pocas personas son más conscientes de esto que Schulz, quien, como ciclista de talento con experiencia en natación, suele ser el primero en bajarse de la bici. Aunque ya no puede confiar en este margen para ganar competiciones de élite, lo cierto es que tampoco lo necesita.
“Mis competidores pronto se pusieron a mi altura en natación y en ciclismo, pero yo subí el nivel en la carrera. Muchas veces me he bajado de la bici sin mucha ventaja y aún así me las he apañado para ganar”.
El secreto de su éxito como corredor es la perseverancia. Y centrarse en lo más importante.
“Con los años, he ido aumentando continuamente el volumen y la intensidad de mis entrenamientos de atletismo. Con la bici y en el agua siempre puedes meter más horas porque no resulta tan agotador como correr. En los entrenamientos, me centro en lo que me ayuda a dar el próximo paso sin fijarme en lo que hacen los demás”.
Pese a que Schulz se centra en sí mismo, el mundo del paratriatlón no espera otra cosa que no sea la excelencia por parte de este atleta de 34 años.
“Antes de Río, ya había sido campeón del mundo en tres ocasiones. Todo el mundo esperaba que ganara el oro, y esa presión te acaba afectando. Yo solo tenía un plan A, y los demás tenían las mismas expectativas. Hay quien se acaba creciendo cuando está sometido a esa presión, pero también supone un gran peso sobre los hombros”.
Además de la presión de las expectativas, Schulz también tiene que lidiar con su día a día. Comparado con otros atletas sin discapacidad, él ha recibido menos ayuda financiera por parte de la federación alemana. Al mismo tiempo que su trabajo de facto a tiempo completo como atleta, también hizo unas prácticas comerciales tras graduarse del instituto.
“Eso me supuso una gran carga por partida doble. Al ganar en Río, yo esperaba que [la financiación] mejorara y poder tener la oportunidad de centrarme únicamente en el deporte, pero después de los Juegos, se interrumpió y mi contrato estaba a punto de llegar a su fin. Me sentía frustrado y no sabía qué hacer, así que hice pública esa frustración poniendo de manifiesto las diferencias entre la financiación olímpica y la paralímpica. Muchos atletas sin discapacidad cuentan con grupos de apoyo al deporte tradicional como la policía y las fuerzas armadas alemanas [en los que reciben un salario y formación básica mientras se centran únicamente en entrenar y en recuperarse]; pero ese no es el caso del deporte paralímpico. No obstante, las expectativas de rendimiento subieron drásticamente, así que era mi deber hacerlo público”.
“A raíz de eso, pasaron muchas cosas. Por fin encontré una solución para recibir ayuda financiera permanente y convertirme en profesional a tiempo completo, y eso me permitió prepararme para las competiciones sin tener que dejar mi vida de lado. Si el deporte que amas se convierte en una carga y tu vida privada se resiente por ello, resulta imposible rendir al máximo”.
En ese punto, Schulz empezó a hacer campaña por una mejor promoción y un mayor reconocimiento para los deportes adaptados que continúen tras los Juegos. Está convencido de que se están realizando avances, pero sigue viendo un gran margen de mejora, no solo por el bien del deporte, sino también por el de aquellos atletas que necesitan apoyo para alcanzar todo su potencial deportivo.
“La financiación y la atención mediática van por buen camino, pero creo que se necesita poner más énfasis sobre las posibilidades. ¿Qué deportes existen? ¿Quiénes pueden competir? También deberíamos mejorar la accesibilidad para los niños con discapacidades severas: muchos gimnasios y piscinas resultan inaccesibles para las personas con una discapacidad”.
Schulz da un valioso consejo a aquellas que quieran practicar algún deporte:
“Al principio tendrás que encontrar algo que te guste de verdad, pero después lo más seguro es que ya no sea solo una cuestión de diversión, y llegados a ese punto hay que perseverar. No dejes que los reveses te desmotiven; forman parte del juego. Ten el valor de dar pasos incómodos”.
“El deporte aporta más de lo que parece quitarte: enseña mucho sobre la vida y permite desarrollar una madurez emocional difícil de adquirir por otras vías. En aquellos deportes en los que a veces se pasa mal, aprendes lo que significa luchar con uñas y dientes en equipo. Las personas que aprenden de los reveses siempre acaban por salir adelante”.
En este sentido, Schulz mide el éxito no solo en términos de medallas; ve todo lo que las personas con discapacidad pueden llegar a cambiar en el mundo y lo que este puede aprender de ellas.
“Cuando ves lo que algunas personas son capaces de lograr a pesar de tener limitaciones severas, te das cuenta de que nos pasamos la vida poniendo excusas. No todo es siempre fácil, hay atletas que logran mucho más que yo para poder desenvolverse en el día a día. Me quito el sombrero: muchas personas deberían aprender de ellos”.